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Eraclio Zepeda, trotamundos

Erase una vez… un hombre que escribió y vivió sus cuentos.

Eraclio Zepeda Ramos, quien nació un 24 de marzo de 1937 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Laco –como le nombraban de cariño— fue el nieto mayor de su generación; y durante sus primeros meses y años de vida viajó mucho porque el trabajo de su papá lo obligaba a cambiar de ciudades a menudo, tanto de Chiapas como del istmo de Tehuantepec, en los transportes que se podían usar en esa época: el ferrocarril o el avión.
Cuando nació su hermana en 1949, él estudiaba en la ciudad de Tuxtla en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas. Dos años después ingresó a la Universidad Militar Latinoamericana en la Ciudad de México para cursar su bachillerato, ahí conoció a Jaime Labastida, Jaime Augusto Shelley y Nils Castro, ensayistas con quienes convivió en los círculos de estudios marxistas, y quienes de cierta forma influyeron en la personalidad de Zepeda para que decidiera estudiar Antropología Social en la Universidad Veracruzana, y se involucrara con grupos políticos de izquierda.
Eraclio, o Laco, como todos lo conocen en Tuxtla Gutiérrez, fue un escritor precoz, pues a sus 20 años consiguió terminar su primer libro, también por consecuencia de su formación en una familia apegada a la cultura, de intensa participación en la vida política y social del estado y de su convivencia con su padre, don Laco, cuentero también, de carácter afable e ideas progresistas.
«Escribir es mi oficio, tan sencillo como cualquier otro, como ser carpintero.»
Formó parte de «La Espiga Amotinada», un grupo integrado por cinco poetas mexicanos –Juan Bañuelos, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley, Jaime Labastida, y Eraclio— quienes en 1960 publicaron un libro con el mismo nombre de su grupo, en el cual recopilaban alguna obra literaria de cada uno: Puertas del mundo; La voz desbocada; La rueda y el eco; El descenso y Los soles de la noche, respectivamente.
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Pero el ansia de Eraclio por aventurarse y relatar sus experiencias lo encaminó a que se enlistara como soldado para la batalla de Girón –mejor conocida como Invasión de Bahía de Cochinos, perpetrada por exiliados cubanos quienes recibían apoyos de ee.uu. para invadir Cuba–. De ese episodio, Eraclio consiguió el puesto de oficial responsable de la Compañía Especial de Combate.
Durante este tiempo, el chiapaneco llegó a contar que jugó futbol con Ernesto ‘Che’ Guevara.
Luego de ese periodo de su vida, un acontecimiento que narró con particular regocijo fue la creación del grupo de orientación campesina de la conasupo en 1967, en donde fundó el Teatro de Orientación Campesina, donde habría de producir la radionovela «San Martín de la Piedra»; inauguró el periódico mural «El Correo Campesino», y poco después escribió Asalto nocturno, obra que le valió el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí en 1974.

Más allá del cuento y las letras

La docencia fue otra de las muchas pasiones de Laco, impartió clases de español en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing y literatura en la Escuela Preparatoria de San Cristóbal de las Casas; dio también clases en la Universidad Veracruzana, en la Universidad de Oriente, y traspasó fronteras para repartir su enseñanza en la Escuela de Instructores de Arte de La Habana.
Aunque suene increíble, Eraclio también fue actor –y bastante bueno–. Interpretó a Pancho Villa en dos ocasiones: en la película Reed, México insurgente (1970) dirigida por Paul Leduc y en Campanas Rojas (1981) una coproducción del cineasta soviético Sergei Bondarchuk. Recorrió la ruta de Marco Polo de Jerusalén a Pekín, donde también fue profesor del Instituto de Lenguas Extranjeras.
También se desempeñó en la labor periodística al incluirse como corresponsal de prensa en la antigua Unión Soviética. Fue embajador de México ante la unesco en París, y secretario general de Gobierno de Chiapas de 1994 a 1997.
En el 2014 le otorgaron el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y Lingüística, así como la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República ese mismo año.
Estamos en un momento interesante, difícil, complicado, pero somos mucho pueblo para la derrota. Estoy seguro de que tenemos la energía suficiente, en todos los niveles, para superar esta difícil situación en la que estamos.
Eraclio Zepeda supo utilizar el lenguaje con múltiples matices para crear una narrativa que puede describirse como chiapaneca, pues a partir de ella, el autor rinde homenaje a las anécdotas y a la Historia que en su experiencia recopiló a través de largas y fecundas travesías.
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En sus últimos días de vida pasaba tiempo en su casa de Tuxtla Gutiérrez y en su casa de la Condesa en la Ciudad de México, impartiendo clases de literatura a jóvenes universitarios. Murió el 17 de septiembre de 2015 debido a una enfermedad en las vías respiratorias.
Su legado: A Eraclio Zepeda se reconoce como un narrador de historias que captaban la atención de todos, un escritor que hacía del tiempo una nimiedad a partir las anécdotas que provenían de su imaginación, y que ahora se encuentran resguardadas en sus obras.

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