Legendarias son las anécdotas de habitaciones de hotel incendiadas, infinidad de narcóticos de todo tipo, miles de botellas de alcohol, fino desperdiciadas y rarezas culinarias –alimentos costosos o casi imposible de conseguir–, pedidos a deshoras, en especial por los rockeros de los años 60 y 70.
Ahora, alcanzados por la vejez, muchos de ellos han cambiado esas costumbres al grado de volverse vegetarianamente aburridos: sus peticiones actuales consisten —y coinciden— en agua pura o mineral —de marcas costosas—, frutas frescas y alimentos bajos en grasas.
Algunos, como Ozzy Osborne, cambiaron las boas constrictor y las mesas de drogas duras por médicos expertos en reanimación cardiopulmonar, extintores contra incendios y tanques de oxígeno. Sólo hay algo que no ha cambiado: continúan siendo muy específicos en sus exigencias.
En parte hay que comprenderlos; si a uno, que viaja «de vez en nunca», le da «el síndrome del Jamaicón» —es decir, se extraña la comida de casa al grado de la depresión o al menos algún ingrediente o alimento entrañable—, qué será para los artistas que se la viven de gira, a veces durante años. Y si a eso sumamos que son ricos y famosos, la mezcla resulta en peticiones que van de lo caprichoso a lo grotesco.
He aquí algunas condiciones culinarias de algunos artistas que destacan, no por excéntricas, sino por la minuciosidad con que detallaban cómo se debían cumplir.
Elvis Presley
Un año antes de morir, «El rey del rock» descubrió su comida favorita: el Fool’s Gold Loaf, un sándwich de crema de cacahuate con mermelada de arándanos, plátano y tocino —se le llamaba «el bocadillo dorado de los tontos» por su elevado costo de 50 dólares.
La primera vez que lo probó fue durante una gira en 1976, en Denver, Colorado. A partir de entonces Presley quería comerlos a diario, pero nadie los preparaba como Nick Andurlakis, el creador del Fool’s Gold.
La cocinera personal de «El rey», Mary Langston, intentó prepararlos varias veces, pero Presley siempre los rechazaba. Hasta que un día su padre sugirió tostar el pan antes de freírlo en el sartén. Así lo hizo Langston y el músico los consideró «aceptables». Por cierto, se deben usar más de dos barras de crema sólo para preparar tres sándwiches: una verdadera bomba atómica de azúcar y grasa.
Aún así, «el Rey» prefería viajar en helicóptero desde Graceland —su casa ubicada en Memphis, Tennessee— hasta el restaurante Colorado Mine Company, ubicado en Denver.
En una ocasión, Elvis viajó a medianoche con un grupo de amigos. Ordenaron 30 sándwiches; cada uno hecho con un pan entero, una libra de tocino, un tarro de mermelada de arándanos y un bote de crema de cacahuate. En total: 42 mil calorías por sándwich. Y aún hay quien se pregunta: «¿Por qué habrá muerto de un infarto?». La afición de «el Rey» por ese platillo hizo que ahora se le conozca como «el sándwich de Elvis».
Freddie Mercury
El emblema y cantante de Queen era un amante de la comida india, a tal grado que para él —según su asistente personal, Peter Freestone—, sólo existían dos opciones de desayuno: rebanadas de pan tostado con mermelada inglesa y unas piezas de kachori —una especie de gordita de harina de trigo que en India consumen como bocadillo—; o huevos revueltos en su versión india, es decir, combinados con cebolla, chile
rojo en polvo y tomate.
Éstos debían quedar muy picosos porque a Mercury le encantaba sentir el picor en su comida.
Otro de sus platillos favoritos era el Pollo Dhansak, pero no con cualquier receta. Él mismo precisaba los ingredientes y pasos exactos de preparación.
Para Mercury el ingrediente esencial del platillo y, en general de la cocina india, eran las lentejas, por lo que consideró que su platillo debía ir acompañado de cuatro variedades: channa, moong, rojas y Toor.
Además, la preparación debía comenzar un día antes, ya que éstas se debían remojar durante toda la noche. Y así lo exigía religiosamente, sin importar que el grupo se encontrara grabando en Ginebra o a punto de dar un concierto en Puebla.
Luis Miguel
Las exigencias culinarias de «el Sol» fueron pensadas —según él— para relajarse y sentirse fresco antes de entrar al escenario. Pide comida balanceada —de preferencia árabe— o fruta fresca picada —la cual renuevan con frecuencia para que no pierda sus propiedades—. También pide muchos líquidos para mantenerse hidratado.
El agua embotellada debe ser marca Fiji por su alto contenido mineral en silicio, que —supuestamente— ayuda al cuidado de la piel y el pelo; pero también tiene una petición que no debe faltar en ninguna de sus giras o presentaciones: los vinos chilenos.
Luismi visitó Chile por primera vez a los 14 años y desde entonces se volvió asiduo a los cultivos de ese país, al grado de que en 2002 presentó su propia marca: «Único, Luis Miguel», un Cabernet Sauvignon producido y cosechado por la Viña Ventisquero, en el Valle del Maipo.
Jack White
John Anthony Gillis —su nombre real—, fundador de The White Stripes y de otras célebres bandas como The Raconteurs y The Dead Weather, no sólo es exigente con la forma de interpretar la música, sino en cómo preparan su
comida.
White y su equipo enviaron los «requerimientos técnicos» dos meses antes de un espectáculo exclusivo para los estudiantes de la Universidad de Oklahoma.
En el documento se especificaba los alimentos y las bebidas que debían estar presentes en el camerino de White; pero anexó una receta de cómo deben prepararle el guacamole:
8 aguacates maduros: cortarlos a la mitad —quitar y apartar los huesos— y luego trocearlos en cubos grandes con un cuchillo untado de mantequilla
˞4 jitomates maduros cortados en cubitos
˞½ cebolla blanca finamente picada
1 manojo de cilantro
4 chiles serranos desvenados y troceados
˞1 limón
˞sal y pimienta molidos —no refinados—
La preparación consiste en mezclar todo en un tazón grande sin batir demasiado los aguacates —deben distinguirse los fragmentos de cada ingrediente—. Una vez mezclado todo de esa forma, se deben reincorporar los huesos de aguacate y dejarlos en la superficie.
Cortar el limón y exprimir sólo la mitad sobre el guacamole —el jugo y los huesos ayudan a evitar la oxidación del aguacate—. Cubrir y envolver con
plástico y refrigerar un poco antes de servir.
Por último, White solicitó que no se preparara con mucha anticipación, pues precisó que lo necesitaba alrededor de las 5 de la tarde —sólo le faltó pedir que alguien más se lo comiera por él.
Moby
Richard Melville Hall —mejor conocido como Moby—, además de ser muy reconocido por su música, también ha ganado prestigio por su participación en organizaciones que defienden los derechos de los animales y por ser un vegano extremo. Los primeros 18 años de su vida se alimentó en McDonalds
y Burger King, hasta que un día se enteró de cómo es la producción industrial de lácteos y carnes en los EE.UU. y decidió cambiar de forma radical su alimentación. Él mismo admite que, a partir de entonces, también adquirió muy mal carácter: se volvió insoportable.
En una de sus giras, un cocinero confundió su plato con el de otro compañero de la banda y por equivocación le sirvió una hamburguesa de seitán —una proteína vegetal que se elabora con gluten de trigo— con una rebanada de queso encima. ¡De queso! Moby se enfureció de tal modo que, además de insultarlo y humillarlo, lo vetó como su cocinero durante
mucho tiempo.
Luciano Pavarotti
Don Pava no sólo fue uno de los más notables tenores de la historia, sino un gourmet consumado que, cuando no estaba ensayando o grabando, se dedicaba a cocinar y comer.
Para dar un ejemplo de cómo la comida era el centro de su vida, basta con sólo describir la parafernalia que se instaló alrededor de las ruinas arqueológicas de Chichén Itzá para el concierto que ofreció en 1997.
Se construyó —en tiempo récord— un exquisito complejo de dos plantas —con dos suites en cada piso— con toda clase de aditamentos de seguridad, comodidad y servicios de luz, gas y agua potable, sobre todo, para acondicionar la cocina con la que viajaba a cualquier parte que se presentaba, la cual consistía en: dos refrigeradores industriales —con
sus alimentos preferidos traídos desde Italia—, mesas, estufas y trastos profesionales, una completísima cava, sus aditamentos preferidos —vajillas, copas, manteles, etcétera— y, por su supuesto, su séquito de pinches y chefs que estaban al pendiente de cualquier antojo del tenor las 24 horas,
pues Don Pava acostumbraba levantarse de madrugada «a prepararse un refrigerio» —de dos kilogramos de pasta, con sus respectivas salsas e ingredientes exclusivos, como el caviar beluga o la trufa blanca, a los cuales era asiduo.
Su representante durante más de 30 años, Herbert Breslin, lo definió de esta forma: «No deja de pensar ni un momento en comida. Cuando entra en una habitación husmea todo como un perro hasta que identifica de dónde viene el olor de un alimento».
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