En 1895, tras un olvido de casi medio siglo en el que los esfuerzos de los exploradores se dirigieron al Polo Norte, el VI Congreso Internacional de Geografía celebrado en Londres lanzó el reto de conquistar el Polo Sur.
Diecisiete años después, el 17 de enero de 1912, el capitán Robert Falcon Scott, acompañado del teniente Henry «Birdie» Bowers, del oficial Edgar Evans, del doctor Edward Wilson y del capitán Titus Oates, alcanzó el Polo Sur geográfico de la Tierra. Exhaustos y derrotados, él y su equipo constituyen la imagen de la desolación: sobre los 90 grados de latitud sur, amarrada a un trineo, ondea la bandera noruega del explorador Roald Amundsen.
No habían sido los primeros. El capitán Scott escribiría en su diario: «Lo peor ha sucedido. Una simple mirada nos revela todo. Los noruegos se nos han adelantado. Mañana tocaremos el Polo y emprenderemos el regreso». Esta carta, con el diario completo y los apuntes del capitán, sería hallada por una expedición en la primavera de 1912, junto a su cadáver, a tan sólo 10 millas de donde estaban su refugio y los víveres, y gracias a eso conocemos su historia.
Los protagonistas
Roald Engelbregt Amundsen (1872-1928) nació en Borge, Noruega. Desde su más temprana edad se obsesionó con la idea de ser un explorador polar y el primer ser humano en poner el pie en el Polo Norte. No obstante, obediente a los deseos de su madre —su padre había muerto cuando él tenía 14 años—, estudió medicina hasta los 21 años, momento en que ella murió; entonces, se dedicó a sus sueños.
En 1897 zarpó a bordo del Bélgica, como timonel, rumbo a los mares antárticos, pero la falta de experiencia, así como las enfermedades, hicieron fracasar la expedición —aunque esto lo preparó para sus próximos retos—; a partir de entonces, dirigió su atención a su verdadero ideal: el Polo Norte.
Descubrió el Paso del Noroeste, hasta entonces un hipotético estrecho que comunicaba al Atlántico con el Pacífico por el norte de América, y permaneció dos años en el círculo polar ártico investigando el magnetismo y la vida de los esquimales, hasta que los azares de la vida lo llevaron a ser el primer hombre en conocer el lugar exactamente opuesto al que buscaba: el Polo Sur.
Robert Falcon Scott (1868-1912) nació en Devonport, Inglaterra, en una familia de amplia tradición marinera. A los trece años se embarcó por primera vez y comenzó a adquirir mucha disciplina. En 1901 estuvo al mando del Discovery, para realizar una expedición polar.
Antes de emprender el viaje, Scott se había entrevistado con el explorador Fridtjof Nansen, quien había permanecido a la deriva durante 35 meses en el Ártico. La recomendación del noruego fue que usara perros en su expedición al Polo Sur. Probablemente antes de morir, Scott se lamentó de no haber seguido ese consejo.
El Polo Sur es mucho más frío que el Polo Norte debido a que nunca recibe directamente la luz del sol y a su elevada altitud: 2,835 km sobre el nivel del mar
En 1902, acompañado de Ernest Shackleton —un oficial de la marina mercante— y de Wilson, y a bordo del Discovery, se instaló en la Bahía de McMurdo, en los mares antárticos; de ahí partieron al Polo. Tras dos meses de infortunios, se vieron obligados a repatriar algunos hombres. El Discovery se quedó un año más atrapado en el hielo.
La carrera hacia el Polo Sur
El Terra Nova, comandado por el capitán Scott, embarcó a 65 hombres, 17 ponis y 30 perros; su objetivo: realizar investigaciones científicas y conquistar el Polo Sur. Scott y sus hombres llegaron a la Antártida a bordo del viejo ballenero escocés en enero de 1911. Sus preparativos habían durado cerca de un año. En el camino, y ya en altamar, Scott se enteró que tenía un rival: el noruego Roald Amundsen.
Amundsen, tras el éxito de sus expediciones por el Paso del Noroeste, había estado preparándose para llegar al Polo Norte; sin embargo, en septiembre de 1909, después de que los americanos Frederick Cook y Robert Peary anunciaran su llegada al Polo y reclamaran haber sido los primeros —cada uno por separado—, cambió sus planes en secreto: iría al sur y competiría con Scott.
En junio de 1910, el Fram se hizo a la mar oficialmente rumbo al estrecho de Bering. Ya en camino, Amundsen envió un telegrama a Scott: «Me permito informarle que el Fram se dirige a la Antártida».
El principio del fin
En enero de 1911, el Fram llegó a Bahía de las Ballenas, en la Antártida —que se encuentra unas 60 millas más cerca del Polo que la base de los ingleses en McMurdo—. La tripulación estaba formada por nueve hombres y 116 perros. Hasta la llegada de la noche antártica, el 21 de abril, organizaron la base y establecieron depósitos de provisiones en las latitudes 80, 81 y 82 sur.
En octubre de 1911, tanto ingleses como noruegos partieron hacia el sur. El día 20, los noruegos redujeron su número a cinco por cuestiones prácticas y avanzaron rápidamente a razón de 13 millas náuticas por día con trece perros jalando el trineo. No detuvieron su avance hasta que se toparon con una cadena montañosa: habrían de franquear al Glaciar Axel Heiberg, plagado de grietas, que son trampas mortales. Comenzó una ascensión terrorífica.
Por su parte, la expedición de los ingleses pagó pronto las consecuencias de sus equivocadas decisiones: los vehículos oruga de los que disponían se averiaron casi de inmediato; los ponis se hundían en la nieve y, al transpirar por todo el cuerpo, la piel se les congelaba, por lo que hubo que sacrificarlos.
Finalmente, la expedición tuvo que detenerse el 10 de diciembre. Cuando el noruego Nansen le recomendó a Scott llevar perros, lo hizo porque éstos transpiran sólo por la lengua y son capaces de dormir a la intemperie a -40ºC. Por último, el 3 de enero de 1912, a 69 millas del Polo, Scott eligió a quienes habrían de acompañarle hasta el final: Bowers, Evans, Wilson y Oates.
Gloria y tragedia
El 8 de diciembre, con 18 perros y tres trineos, los noruegos llegaron más allá de los 88 grados 23 minutos latitud sur, que había sido alcanzada por Shackleton en 1909. Estaban únicamente a 95 millas del Polo y, cuanto más se acercaban, más crecía su temor de ser derrotados por Scott. A las 15:00 horas del viernes 14 de diciembre de 1911, un grito simultáneo de «¡alto!» surgió de los cinco noruegos: los 90 grados de latitud sur, el Polo Sur de la Tierra. Un desierto azul y blanco. Nunca un humano había estado allí antes. ¡Eran los primeros!
En el sondeo de «Los 100 Británicos más Notables de la Historia», realizado por la BBC, el capitán Scott ocupó el lugar 54
Amundsen diría: «Nunca he conocido a nadie que se haya visto tan diametralmente opuesto a sus deseos. Desde niño he soñado con llegar al Polo Norte y heme aquí: en el Polo Sur». Durante tres días, los noruegos se dedicaron a hacer mediciones del eje terrestre. Antes de emprender el regreso, abandonaron en ese lugar, al que llamaron Polheim, una bandera noruega atada a una tienda negra y una carta para el capitán Scott.
El 25 de enero estuvieron de vuelta en su base de la Antártida: tardaron 97 días en ir y volver.
Por otro lado, ignorantes de la gloria ajena, los expedicionarios ingleses continuaron su camino y el 13 de enero llegaron al paralelo 89.