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El perro de José Alfredo

por Rocío Tenorio
El perro d eJosé Alfredo Jiménez

Cualquier persona que haya vivido con un perro puede asegurar que no hay amor más sincero, constante y fiel que el de uno de ellos, a diferencia de los gatos —y de algunas personas— ellos no se fastidian de tu compañía, te celebran como si fueras el mejor ser humano del mundo y esperan sentados en la puerta o acostados en su camita a que llegues para recibirte con juguetes y mucho cariño. 

La lealtad perruna es tan conocida que la podemos ver hasta en el cine y escucharla hasta en la música de hace cuatro décadas, incluso encontramos dos obras en las que el paralelismo del amor humano-perro queda retratado de una forma tan dramática que nos hace llorar.  

La primera historia está protagonizada por Richard Gere — bajo el personaje de Parker Wilson— en la cinta Hachi: A Dog’s Tale (2009) y la segunda —aún más dramática y conmovedora— está protagonizada por Gilberto «El Valiente» en la canción de El perro negro (1984) compuesta por José Alfredo Jiménez. 

Seguro conoces la historia de Hachi, pero por si no has escuchado la joya dramática que escribió José Alfredo te dejamos un sinópsis:  

El perro negro de José Alfredo Jiménez 

En La Piedad, Michoacán, vivía Gilberto «El Valiente» acompañado de su «noble guardián» un perro negro.  Gilberto pretendía a Lupe, la novia de Don Julián, un hombre acaudalado que ya se sabía las intenciones de su rival de amores.  

Don Julián no quiso dejar ese asunto en manos de Lupe y antes de que «se la bajaran» decidió ser culpable de un crimen pasional. Esperó a que el perro se ausentara, encontró a Gilberto dormido y… «ya no volvió a despertar».  

Aquí empieza la tragedia: cuando el perro negro encontró el cadáver de su amo, mató a Don Julián. La canción dice que Lupita no fue a llorarle a ninguno, pero luego llevó flores a una tumba en la que encontró a un perro negro, «sin comer y sin dormir» que murió esperando volver a ver a su dueño.  

Hachi se mereció una estatua porque esperó, ingenuamente, el regreso de Richard Gere a la estación del tren y fue cuidado por amigos y lugareños, pero El Negro «embravecido» no sólo dio muerte al asesino de su amo sino que dio su propia vida para acompañarle en su tumba.  No sé ustedes, pero yo creo, que este perro negro merece una estatua en el panteón municipal de La Piedad, Michoacán. Por otro lado, estas historias demuestran el amor y la lealtad que los afortunados amigos de un perro podemos disfrutar.

Ah y te dejo la canción por si tienes ganas de llorar un rato:

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