Usted aún no despierta. Faltan, quizá, más de 40 minutos para la hora de levantarse. Comienza uno, se le unen dos, tres, cuatro, cinco, quizá diez enloquecidos automovilistas que hunden sus manos en el centro de su volante para hacer sonar la bocina. Ha amanecido.
¿Es el único ruido de la Ciudad de México? No, definitivamente, y tampoco es el que la define. ¿Qué otros ruidos han acompañado a los capitalinos?
Algunos sonidos de la Ciudad de México
Anuncios y pregones
Antiguamente, a quienes se encargaban de comunicar o anunciar algo se les conocía como pregoneros. En el Viejo Mundo era —y todavía es en algunos poblados— una dignidad oficial y un cargo público de larga tradición, tanto así que en la Antigua Roma existían los praeconis, ‘pregonero, heraldo’ que tenían la función de anunciar, de viva voz, acuerdos y notificaciones de interés general —y la menos luminosa labor de declarar los delitos de reos y condenados—, y que tenían presencia en fiestas y celebraciones.
Al medio día es frecuente escuchar músicos callejeros: una tambora, una trompeta desafinada, una marimba y hasta un chillón oboe. A esta orquesta se le unen otros instrumentos que no pretenden crear música: la campana de la basura que anuncia la recolección del día; las campanas de las iglesias más próximas llamando a misa; el triángulo que repetidamente tintinea un vendedor de obleas.
Organillero
Los sonidos de la ciudad son tan variados como diferentes, dependiendo de la zona en la que uno se encuentre. En el pesado tránsito conviven desde las clásicas mentadas de madre, los cláxones musicales —más propios de los microbuses—, las reversas con melodiosa advertencia de lambada, las sirenas de ambulancias y patrullas, las alarmas de los coches, hasta el sonsonete de «súbale, todavía hay lugares» del transporte colectivo.
Se compran tambores, refrigeradores, estufas…
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