Redacción
Sustantivo femenino. «Mañana me casaré por quinta vez. Dejaré atrás mi cuarto matrimonio y lo intentaré de nuevo. No es una decisión fácil, pero tendré que enfrentarla con gallardía, arrojo y valentía.
No importa si mi economía se ve afectada por los múltiples gastos que esta decisión ocasiona: subirme a los juegos mecánicos, pagar mi canción favorita, entrar a la disco, comprar huevos rellenos de confeti, pedir fichas para el tiro al blanco, jugar a las canicas, practicar tiro con rifle, desayunar sopes, quesadillas y pambazos, comer pozole, comprar una dona para el bocadillo de la tarde y, por supuesto, pagar los boletos del registro civil y los anillos de compromiso —alambrito de la bolsa del pan de caja—.
Mañana es la kermés del colegio y estoy preparado».
Por cierto, kermés procede del francés kermesse y ésta, del neerlandés medio kercmisse —formada por kerk, «iglesia», y miss, «misa»—, que denomina una fiesta popular al aire libre que se celebraba en Flandes en los días de carnaval. En neerlandés actual a esta verbena se le llama kermis.
En el siglo XX, el vocablo fue retomado para designar fiestas parroquiales celebradas con el fin de recaudar fondos para el sostén de un templo religioso. Sin embargo, hacia el final de esa centuria y principios de la XXI, esta festividad adquirió un carácter laico, y el nombre se aplicó a cualquier fiesta pública —como la de mi colegio.