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¿Qué es el oído absoluto?

El oído absoluto es una capacidad extraordinaria que puede tener diferentes «consecuencias».
oido absoluto

¿Qué comparten Beethoven, Juan Gabriel, Frank Sinatra, Mozart y Prince? No se rompa tanto la cabeza; en efecto, todos son músicos, reconocidos por su talento y, en algunos casos, con un carisma arrollador —Beethoven no, ése era un huraño de lo peor—, pero hay algo más, su oído absoluto: una extraña cualidad que muy pocos músicos, y alguno que otro incauto, poseen —para envidia de nosotros los mortales de oído relativo y, a veces, hasta de «artillero».

Vamos por partes. ¿Qué es el oído absoluto? El Diccionario Enciclopédico de la Música (2009), de Alison Latham, explica en términos muy sencillos tan sorprendente condición: «Algunas personas —no forzosamente músicos— son capaces de identificar cualquier nota escuchada, o cantar cualquier nota que se les pida, sin necesidad de una referencia». Así de aparentemente sencillo. En contraste, el oído relativo se refiere a la capacidad de identificar, o cantar una nota, teniendo como referencia alguna otra nota cercana. Esta clase de oído es el que en su mayoría poseen músicos y mortales de «a pie».

Así pues, el oído absoluto está vinculado con la memoria auditiva, la capacidad para recordar con precisión el sonido de las notas. Ésta fue la cualidad que permitió a Beethoven seguir escribiendo música a pesar de haber perdido la audición; en su mente, debajo de esa caudalosa mata de pelo, el músico alemán conocía exactamente el sonido de las notas que escribía.

Esta capacidad extraordinaria puede tener diferentes «consecuencias», según las aptitudes de los músicos en cuestión; por ejemplo, la entonación perfecta de Frank Sinatra o Freddie Mercury bien podrían explicarse por su oído absoluto; en el caso de Juan Gabriel, su capacidad para componer letras y música de un modo tan «natural», circunstancia que también compartía con el músico argentino, el enfant terrible del rock latinoamericano, Charly García.

El caso Mozart

Pero como en otros muchos asuntos de la naturaleza humana, hasta en los oídos absolutos hay niveles, y el de Mozart era especial, como todo en aquel músico austriaco, empezando por sus orejas. Esta parte de su cuerpo era tan especial que hizo que así se nombrara una malformación genética: «oreja de Mozart», que el compositor presentaba en su oreja izquierda. Se trata de una condición que hizo que ésta fuera grande, ancha y plana; circunstancia, por cierto, que no tuvo nada que ver en la habilidad del compositor para identificar notas con una variación de un octavo de tono que entre los poseedores del oído absoluto es una diferencia muy difícil de identificar.

El oído absoluto puede trabajarse, pero naturalmente, necesita de una predisposición biológica adecuada del individuo. Para identificarla se precisa de una sucinta educación musical, como por ejemplo, conocer el nombre y sonido de las notas.

Tal fue el caso del secretario particular de Jaime Torres Bodet, un eficiente taquígrafo, predispuesto para las artes. Resulta que este personaje asistió maravillado a un concierto en el que se presentaba la 5a Sinfonía de Mahler; durante la presentación echó mano de sus escasos conocimientos musicales, y se dedicó a registrar todas las notas de aquella obra. Al presentarle sus «apuntes» a una música de conservatorio, sólo se limitó preguntar: «Registré todas las notas, nomás me falta registrar los tiempos. ¿Cómo le hacen ustedes?».

Como dice mi padre: «Hay gente que sí, y gente que no». Ni hablar.

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