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El Niágara congelado

Una de las Cataratas del Niágara, conocida como Horseshoe, se congeló en 1848.
El Niágara congelado

El 29 de marzo de 1848 se registró un evento imprevisto y espectacular en la frontera entre EE.UU. y Canadá. La catarata conocida como Horseshoe o «Herradura», la más imponente de las tres que componen las Cataratas del Niágara, se detuvo al quedar completamente congelada.

Aunque se tiene registro de cuatro ocasiones en que las cataratas se han congelado por completo, esta imagen es significativa porque, además de ser el primer testimonio gráfico que se tiene de un evento como éste en el Niágara, en esa época la fotografía apenas daba sus primeros pasos. Las otras tres veces en que esto ocurrió fueron en los años de 1902, 1911 y 1936.

Vía La Tercera

Las cataratas permanecieron en ese estado durante 30 horas, lo que provocó que el río al que dirigen su caudal quedara seco, a la vez que produjo un silencio inusitado en la zona, pues los habitantes del lugar estaban acostumbrados a vivir con el constante ruido ocasionado por la caída de agua.

Durante este lapso de tiempo, algunas personas se animaron a caminar sobre el canal del río que ahora estaba seco, e incluso algunos lo recorrieron a caballo. Otros, como las personas que se muestran en la imagen, se acercaron para apreciar mejor la caída del agua congelada. El espectáculo llegó a su fin cuando la fuerza del río logró vencer el bloqueo provocado por el congelamiento y, tras el estruendo provocado por la caída de trozos de hielo, las cataratas regresaron a la normalidad.

Aparentemente, este fenómeno se dio gracias a que una enorme cantidad de hielo quedó atrapada río arriba, ocasionando que el caudal quedara congelado y obstruyendo el paso del agua que se dirigía a las cataratas. Dicho bloqueo tuvo su origen en lago Erie, que llega a producir hasta 16 000 kilómetros cuadrados de hielo, el cual fluye en dirección a esta caída.

A pesar de que cuatro ocasiones parecen ser muy pocas, cabe mencionar que es común observar hielo en esta zona, pues las bajas temperaturas del invierno canadiense permiten atestiguar congelaciones parciales año tras año, especialmente en el mes de enero.

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