Y luego llegó Internet, un «espacio» donde descubrimos que podíamos ser uno y más a la vez, gracias a ese extraño universo al que podíamos acceder a través de una computadora, llamado el mame del meme.
«No puede ser que estemos aquí para no poder ser»
Borges
Pocos entendían al inicio, pero Internet rápidamente se volvió una extensión de nuestra vida, nos dio la posibilidad de vivir múltiples realidades, de consumir, crear, compartir y mezclar imágenes, música y video; explorar nuevas libertades y sexo; romper la ley e incluso de enamorarnos… de una forma u otra, todas las áreas de nuestra vida iban a experimentar las fronteras digitales. Y gracias a todo esto, también cambió el arte.
En la última década surgió una tendencia que fue acuñada como Arte Post-Internet, y a pesar de que se puede malinterpretar como «arte que habla de lo que pasa después del Internet», esta nueva corriente nos quiere sensibilizar acerca de cómo nuestras vidas se relacionan a la existencia de la red y su evolución. Puede sonar complicado —y lo es un poco— pero lo más seguro es que ya hayamos visto su influencia en el mundo físico y digital.El desarrollo tecnológico que surgió después de que el acceso a Internet se masificara ha crecido exponencialmente en lo que va del siglo XXI.
Si miramos el retrovisor, el miedo al «virus del año 2000» —el temor a que el sistema se estrellara por un simple error de programación— refleja la ingenuidad y falta de conciencia acerca de cómo nuestras vidas comenzaban a estar fuertemente relacionadas y sustentadas por softwares, y cómo estos se relacionaban entre sí.
Fue a partir de esa prueba superada que, a pesar de que la tecnología crecía en poder, capacidad y relevancia a pasos agigantados, la constancia y la velocidad de estos cambios nos insensibilizó sobre cómo estaban cambiando nuestras vidas. Tal vez pensábamos que el Internet hacía que la vida fuera más eficiente, mientras la verdad era que la estaba cambiando por completo.
Es por esto que el Post-Internet busca que nos encontremos naturalmente retratados en nuevos medios, con obras hechas de vectores, pixeles, mezclas de colores antinaturales y la caótica yuxtaposición de información infinita a la que nos conectamos todos los días.
Son voces que nos invitan a reflexionar que —queramos o no— el Internet lo hacemos nosotros, así que si el caos reina en la red se debe a nosotros, y más vale estar conscientes de ello. Mientras más nos entendamos como código binario, más cerca estaremos. No sabemos de qué, ni cómo, pero estaremos cerca.
En el mundo del arte esto ha levantado muchas dudas.En un universo digital, donde el control no existe y las posibilidades crecen con cada línea de código, el comercio y la valoración de todas esas piezas es casi imposible.
La posibilidad de seguir siempre explorando y observando nuevas propuestas no permite que la tendencia sea definida por nadie en términos de técnica, características plásticas, mensaje y origen. Sin embargo es muy poderoso, ilustra nuestro zeitgeist que se establece al permear en todo lo que vemos, desde la ropa que compramos en línea, los memes que compartimos en el grupo de whatsapp, la música que escuchamos en el gym, las relaciones que tenemos por Facebook, nuestro trabajo home office, la globalización del lenguaje por emojis, la efímera intimidad del Snapchat y la breve eternidad de nuestro sentir en timelines con mensajes a nuestros examores, por ejemplo.
Sin intentarlo tal vez, todas estas expresiones serán fundamentales en nuestra trascendencia como generación. Sí, los memes nos definen.
El arte Post-Internet no nos dice «miren, Internet ya está aquí, explórenlo», en realidad parece invitarnos a aceptar que Internet no es un espacio o una vía de comunicación, tampoco es el futuro o nuestra salvación.
Al observar estas obras podemos entender que el Internet somos nosotros, que nada es de nadie y todo es de todos, y que todos somos diferentes, pero no.
¿Quiere usted ser un gato, una estrella porno? ¿Tener un millón de amigos? ¿O está usted tan enamorado de su reflejo que en los sims, su avatar es la misma persona, con la misma casa, hace las mismas cosas y espera de igual forma a que en ese otro mundo, así nada más, algo suceda? Casi todo es posible, incluso simultáneamente.
La simbiosis no es completa, somos también invitados a desconectarnos en un confuso vaivén de tendencias sociales. Internet no deja de mostrarnos cómo no conocemos el mundo real y que hay aún cosas que no puede sustituir.
El gusto, el olfato, el tacto o algo tan simple como mirar a alguien directamente a los ojos, por ejemplo, son cosas que aún no se pueden lograr —fronteras que desarrollos como la nueva tecnología de realidad virtual buscan romper—. Sin el deseo de existir completamente en Internet, la red no puede evolucionar.
¿Cómo reflejan las obras nuestra realidad?
Cuando encontramos en las obras del Post-Internet la interacción de características líquidas con digitales descubrimos algo: dos mundos colapsando y evocando la idea de cómo buscamos unirlos, pero que siempre permanecen independientes —sólo intenten mojar su Ipad Pro… o bueno no, no lo intenten.
El líquido inmerso en un mundo abstracto o viceversa es una confrontación del pasado y el futuro, nuestra huella digital en lugar de la combinación de la caja fuerte, la impresión 3D en lugar de madera talada, una pantalla en lugar de piel. Y no hay puntos medios. Aún tenemos impulsos básicos por sentir, por bailar, por cazar, pero los sustituimos por la simulación porque es más seguro, frecuente y posible recordar el sentimiento a través de emisiones binarias.Ahí estamos nosotros, existiendo entre unos y ceros.
El constante uso de artefactos gráficos digitales —glitches— como la imperfección y símbolo de crecimiento potencial, la infinita repetición de la imagen, la muerte de los mensajes e incluso el humor como método de acceso al público son, entre otros tantos, recursos que artistas encuentran como medio de expresión.
El glitch nos muestra cómo la estructura de nuestra realidad es una ilusión quebrantable, los gifs nos atrapan e hipnotizan, perdiéndonos en nuestra conciencia, la fugacidad de Snapchat le da un toque de realidad a nuestros mensajes y el humor de un meme de gatos nos llena de dopamina el cerebro, haciéndonos adictos.
Podemos hablar de los miles de medios que fueron generados en los últimos 15 años, todos fueron construidos por nosotros para nosotros, y al usar cada uno de ellos hemos empezado a crear versiones alternativas de nuestra identidad. Nos multiplicamos.Hoy tenemos muchas identidades, en cada aplicación o red social tomamos roles nuevos.
No somos los mismos escribiendo poetuits, que publicando memes en Facebook, poniéndonos cara de perrito en Snapchat o «buscando el amor» en Tinder. ¿Es usted un artista Post-Internet? Probablemente no, pero quizá sí sea o vaya a ser la inspiración de uno.
Puede que la mejor parte del arte Post-Internet no sea saber quién está dominando la vanguardia, porque el que logre una exhibición en el moma ya estará outdated, como todo en Internet diariamente.
Seguramente ya hay 4 nuevas tendencias de las que pronto tendremos que hablar. Sin embargo dejamos unos links para que se echen un clavado y descubran que, la mejor parte de esta tendencia es probablemente encontrarnos ahí al apreciarlo, porque ha nacido simultáneamente a todas nuestras identidades alternativas, surge de nuestras propias experiencias estéticas, justo aquí y ahora, en Internet.