Si, como apuntaba Cortázar en «Instrucciones para llorar», no le basta con pensar en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes para impulsar el llanto atorado, estará de acuerdo conmigo en que no hay escena más conmovedora que aquella protagonizada por Bambi, cuando entre los copos de nieve, el pequeño ciervo llora al descubrir que su madre había muerto.
Si usted lo piensa así, temo decirle que la ciencia nos lleva la contraria. En realidad, el premio a la película más triste de la historia, según una investigación de la Universidad de California, se lo lleva Campeón —The Champ (1979)—, de Franco Zeffirelli, por la secuencia final de la historia, donde el hijo de un ex boxeador que decide volver al ring, presencia la agonía de su padre, tras caer destrozado por su oponente en un último combate: «Campeón, ¡despierta! No duermas ahora. ¡Tienes que ir a casa!», le grita el pequeño entre un llanto incontrolable y sollozos contagiosos hasta para el más frío de los espectadores.
El drama con el que Schroder, de sólo 9 años, ganó un Globo de Oro a mejor actor revelación, ha sido una contribución a la ciencia. Esta cinta se ha convertido en un must–see para los laboratorios, cuando se trata de saber qué es lo que provoca tristeza en la gente: si las personas deprimidas lloran más que las que no lo están —la respuesta es no—; si son más propensas a gastar dinero cuando están tristes —la respuesta es sí—; y si la gente mayor es más sensible que los jóvenes —en general, sí.
Tras 20 años de experimentación, una evaluación de más de 250 películas y entrevistas a cerca de 500 personas, la investigación también reveló otros momentos curiosos que interrelacionan al Cine y la Psicología. Por ejemplo, la escena que resultó como la más divertida para la audiencia, es aquella en la que el personaje de Sally – interpretado por Meg Ryan-, finge un orgasmo en “Cuando Harry encontró a Sally” (Rob Reiner, 1989):
En oposición con esta secuencia, el estudio reveló que la escena más aterradora, es aquella protagonizada por Jack Nicholson, en la que encarna al esquizofrénico Jack Torrence, quien rompe la puerta del baño con un hacha en El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980), ¿La recuerdas?
Ahora que ya hemos visto lo que una película puede producir en la audiencia y si no te importa ponerte sensible de vez en cuando, te interesará conocer la segunda entrega de este artículo, para saber, por lo menos a la luz de la historia, cuando es que sí se vale soltar el llanto. Por lo pronto… ¿Recuerdas alguna película que te haya hecho llorar hasta el cansancio?