El Ku Kux Klan es uno de los símbolos más inequívocos de la intolerancia, el odio por el otro, el supremacismo blanco y la segregación racial. Su negro historial -que contrasta con lo blanco de sus capuchas- es descrito en este artículo, y también cómo un hombre los desarticuló con el simple poder de la información.
Como la de cualquier organización, la historia del Ku Klux Klan ha estado marcada por los altibajos. La organización fue fundada en Pulaski, Tennessee, inmediatamente después de la Guerra Civil estadounidense por seis antiguos soldados confederados. Los seis jóvenes —cuatro de los cuales eran abogados en ciernes—, se veían a sí mismos como un círculo de amigos con ideas afines, de ahí el nombre que eligieron: kuklux —una ligera deformación de kuklos, que en griego significa «círculo»— a lo que añadieron klan, porque todos eran descendientes de escoceses. Al principio, se decía que sus actividades se reducían a inocentes travesuras a medianoche: cabalgaban por los campos envueltos en sábanas blancas y con capuchas hechas con fundas de almohadones. Pero pronto el Klan se desarrolló hasta convertirse en una organización terrorista con presencia en varios estados e ideada para atemorizar y asesinar a los esclavos emancipados.
Entre sus líderes regionales se encontraban cinco antiguos generales confederados. Sus seguidores más incondicionales eran los propietarios de plantaciones para quienes la Reconstrucción supuso una pesadilla tanto económica como política. En 1872, el presidente Ulysses S. Grant explicó detalladamente ante la Cámara de Representantes los verdaderos objetivos del Ku Klux Klan: «Mediante la fuerza y el terror, impedir toda acción política que esté en desacuerdo con las opiniones de sus miembros; privar a los ciudadanos negros del derecho de llevar armas y del derecho al voto; eliminar las escuelas en que se enseñe a los niños negros, y reducir a la población negra a una condición fuertemente similar a la de la esclavitud».
Klampañas de terror
En sus comienzos, el Klan llevó a cabo su trabajo a través del panfleto, el linchamiento, el asesinato mediante disparos, la quema, la castración y otras formas de intimidación. Su objetivo eran los antiguos esclavos y cualquier blanco que apoyase el derecho de los negros a votar, adquirir tierras o acceder a una educación. Sin embargo, en apenas una década había sido eliminado, en gran parte gracias a intervenciones legales y militares procedentes de Washington.
Pero, pese a que el Klan en sí fue derrotado, sus objetivos se habían alcanzado con creces mediante el establecimiento de las leyes de Jim Crow. El congreso, que durante la Reconstrucción había aprobado rápidamente medidas de libertad legal, social y económica para los negros, comenzó a hacerlas retroceder a la misma velocidad.
El Gobierno Federal acordó retirar sus tropas de la ocupación del Sur, permitiendo el restablecimiento del dominio blanco. En el caso «Plessy contra Ferguson», el Tribunal Supremo de los EE. UU. dio luz verde a la segregación racial total.
El Ku Klux Klan permaneció inactivo hasta 1915, cuando la película de D. W. Griffith, El nacimiento de una nación—originalmente titulada The Clansman—, contribuyó a desencadenar su renacer. Griffith presentaba a los miembros del Klan como cruzados por la civilización blanca, y a la organización como una de las fuerzas más nobles de la historia del país. La película citaba una frase de Una historia del pueblo americano, escrita por un historiador de renombre: «Al fin surgió de la noche a la mañana un gran Ku Klux Klan, un auténtico imperio del Sur, para proteger el país sureño.» El autor del libro era el presidente de los EE. UU., Woodrow Wilson, que fuera profesor y rector de la Universidad de Princeton.
En los años 20, un Klan reactivado aseguraba tener ocho millones de miembros, entre ellos el presidente Warren G. Harding, a quien se le atribuye haber pronunciado el juramento del Klan en la sala verde de la Casa Blanca. En esa época, el Klan no se hallaba confinado en el Sur, sino que se extendía por todo el país, y su objetivo incluía, además de los negros, a católicos, judíos, comunistas, unionistas, inmigrantes, agitadores y otros perturbadores del status quo. En 1933, con el progresivo ascenso de Hitler en Alemania, Will Rogers fue el primero en señalar una relación entre el Klan y la nueva amenaza que se cernía sobre Europa: «Todos los periódicos afirman que Hitler está tratando de imitar a Mussolini. Yo diría que es al Ku Klux Klan a quien está imitando.»
Klomienza la guerra
El inicio de la II Guerra Mundial y diversos escándalos internos dejaron de nuevo al Klan fuera de combate. La opinión pública se volvió en su contra, ya que la unidad de un país en guerra acabó con su mensaje de separatismo.
Pero, al cabo de unos años, volvió a dar señales de un gran renacer. A medida que la preocupación por el conflicto bélico daba paso a la incertidumbre de la posguerra, aumentaba el número de miembros del Klan. Apenas dos meses después de la victoria aliada en Europa, el Klan quemaba en Atlanta una cruz de más de noventa metros de altura frente a Stone Mountain, donde se encuentra esculpido en piedra el rostro del general Robert E. Lee. El extravagante acto de quemar la cruz, declaró más tarde un integrante del Klan, sólo pretendía hacer saber a los negros «que la guerra ha terminado y que el Klan ha vuelto a las calles».
Por aquel entonces, Atlanta se había convertido en el cuartel general del Klan. Éste ejercía un fuerte dominio sobre importantes políticos de Georgia, y sus secciones en dicho estado incluían numerosos policías y ayudantes del sheriff. Sí, el Klan era una sociedad secreta que se deleitaba en contraseñas y estratagemas envueltas de intrigas y misterio, pero su poder real residía en el miedo que fomentaba, ejemplificado por el secreto a voces de que el Ku Klux Klan y las fuerzas de la ley eran compañeros de armas.
Stetson Kennedy y el KKK
Atlanta —en la jerga del Klan, la Ciudad Imperial del Imperio Invisible del KKK— era también la tierra natal de Stetson Kennedy, un hombre de 30 años con todos los antecedentes para integrar el Klan, pero cuyo temperamento apuntaba en la dirección contraria. Procedía de una familia destacada del Sur, entre cuyos ancestros se hallaban dos firmantes de la Declaración de Independencia, un oficial del ejército confederado, y John B. Stetson, fundador de una famosa fábrica de sombreros y el hombre por el que la Universidad Stetson se llama así.
Stetson Kennedy, el menor de cinco hermanos, creció en una casa de catorce habitaciones en Jacksonville, Florida. Su tío Brady era miembro del Klan, pero Stetson no se vio realmente expuesto a éste hasta que la sirvienta de la familia, Flo —quien prácticamente lo había criado— fue atada a un árbol, golpeada y violada por un grupo de hombres del Klan. Su delito: replicar a un conductor blanco que le había devuelto mal el cambio en el tranvía.
Puesto que no había podido luchar en la II Guerra Mundial —sufría problemas de espalda desde la infancia—, Kennedy se vio obligado a defender a su país en casa. Su peor enemigo, creía él, era la intolerancia. Se autoproclamó disidente en general y comenzó a escribir artículos y libros contra ésta. Entabló una estrecha amistad con Woody Guthrie, Richard Wright y otros muchos progresistas; Jean Paul Sartre publicó su obra en Francia.
A Kennedy no le resultó fácil, o divertido, escribir. En el fondo era un chico de campo que habría preferido salir a pescar a los pantanos, pero sufría de una entrega insensata a su causa. Kennedy continuaría hasta convertirse en el único miembro no judío del esfuerzo de posguerra por parte de la Liga Antidifamación para luchar contra la intolerancia —de hecho, Stetson acuñó la expresión «el poder del ceño», uno de los ejes de la campaña de presión de la Liga Antidifamación, que alentaba a la gente a fruncir el ceño cuando escuchase un discurso intolerante—. Se convirtió en el único corresponsal blanco del Pittsburgh Courier, el periódico negro más importante del país, para el que escribía una columna acerca de la lucha de razas en el sur bajo el pseudónimo de Daddy Mention, un héroe popular negro que, según la leyenda, era más rápido que el disparo de un sheriff.
Lo que impulsaba a Kennedy era el odio a la estrechez de miras, la ignorancia, el obstruccionismo y la intimidación, que en su opinión ninguna organización presentaba de forma más orgullosa que el Ku Klux Klan. Kennedy consideraba al Klan el brazo terrorista de la clase dirigente blanca, lo que le parecía un problema irresoluble por multitud de razones: el Klan estaba confabulado con líderes políticos, del mundo de los negocios y de las fuerzas de la ley; la sociedad en general se sentía asustada e impotente para actuar contra el Klan, y los pocos grupos contrarios al odio racial que existían en esa época tenían escasa influencia o carecían de la suficiente información acerca del mismo. Como Kennedy escribió más tarde, le apesadumbraba especialmente un hecho fundamental acerca del Ku Klux Klan: «Casi todo lo que se escribía sobre el tema eran editoriales, no artículos reveladores. Los escritores estaban en contra del Klan, de acuerdo, pero disponían de escasísima información interna sobre él».
De modo que Kennedy decidió, como haría cualquiera que luchase contra la intolerancia de forma insensata, temeraria y algo demencial, infiltrarse al Ku Klux Klan.
Continuará…