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El inusual apetito de Charles Domery

Charles Domery causaba asombro a cuantos le conocían debido a su insaciable apetito que no le permitía pensar en otra cosa que no fuera calmar su voracidad.

Nacido en algún lugar de Polonia —alrededor de 1778—, en el seno de una familia humilde, Charles Domery causaba asombro a cuantos le conocían debido a su insaciable apetito, compartido —pero nunca superado— por su padre y sus ocho hermanos. Necesitaba comer más de lo que su familia ponía sobre la mesa, por lo que solía dar paseos por el campo buscando cómo satisfacer su hambre. A pesar de todo, era un joven saludable y no sufría de sobrepeso: era más alto que sus pares, y por lo tanto, más delgado. Pero esta hambre insaciable no le permitía pensar en otra cosa que no fuera calmar su voracidad.
Podía sentir en sus manos el tormento de los gatos al despedazarlos. A veces los mataba antes de comérselos, pero si estaba muy hambriento, no esperaba a quitarles la vida para devorarlos.

Un soldado muy hambriento

Se alistó en el ejército de Prusia, pues ello le aseguraría una mayor cantidad de alimento. Al percatarse de las raciones, desertó para incorporarse a las tropas enemigas a cambio de más comida, encontrando en el ejército francés su oportunidad ideal. Siendo soldado —de acuerdo con testimonios de la época—, devoró a 174 gatos en poco menos de un año; al no encontrar más para comer, optaba por el pasto, del cual llegó a ingerir ha a 2.3 kilogramos por jornada. No se preocupaba por preparar debidamente los alimentos: consumía la carne cruda, pasándose los bocados con agua cada vez que agotaba su ración de cerveza. De los animales devoraba todo, excepto la piel, los huesos y las entrañas. Se cuenta que en una ocasión intentó comerse la pierna de uno de sus compañeros —amputada por un cañonazo—, antes de que otro soldado lo impidiera.

Experimentos tras las rejas

A principios de 1799, las fuerzas británicas capturaron la fragata francesa en la que viajaba, llevando a toda esa tripulación a Liverpool. Privado de su libertad, recibía el equivalente a diez raciones normales, pero nada lograba controlar su hambre. Se sabe que devoró al gato de la prisión, algunas velas y, cuando menos, hasta veinte ratas que entraron a su celda.
Sorprendió tanto a sus captores que los servicios médicos de la Marina Real británica realizaron experimentos para evaluar su capacidad de alimentación: en un solo día le dieron de comer varios kilos de carne de res cruda —incluida gran parte de la ubre de una vaca—, velas de sebo y cinco botellas de cerveza Porter; tras ingerirlo todo, no vomitó, orinó ni defecó. En varias ocasiones se ofreció a tomarse los medicamentos de aquellos prisioneros que rechazaban la atención hospitalaria: su estómago no sufrió ninguna reacción adversa.
La ansiedad con la que devora la carne de res, cuando su estómago no está lleno, se parece a la voracidad de un lobo hambriento que arranca la carne y la traga con glotonería canina. Para lubricar su garganta, cuando está seca, ingiere de tres bocados la grasa de las velas, y de uno solo se come también la mecha, la cual envuelve como si fuera una pelota. Si no hay otra opción, es capaz de comer grandes cantidades de papas o nabos crudos. Pero, de haber alternativa, nunca prueba el pan ni los vegetales. Dr. J. Johnston

Se veía tan normal…

El aspecto saludable de Domery se mantuvo durante su estancia en prisión: bailaba por la tarde y fumaba su pipa al ocultarse el sol. Durante los experimentos, se observó que comenzaba a sudar de manera excesiva al irse a la cama —por lo regular a las 8 pm—. Después de permanecer despierto y sudoroso por un par de horas, volvía a dormirse para levantarse de nuevo a la una de la madrugada, tan hambriento como de costumbre.
Cabe mencionar que Domery necesitaba comer alrededor de cada tres horas. Antes del amanecer, consumía las provisiones de alimento que reservaba a lo largo del día anterior: los otros prisioneros se mostraban generosos y le daban parte de sus raciones.

Un caso sin respuestas

Al día de hoy, se desconoce la causa del hambre extrema de Domery. A pesar de que se han documentado otros casos similares en aquella época, no se cuenta con exámenes médicos o autopsías. Se cree que padeció una polifagia grave, lo que, sin duda, influyó en su estilo de vida y determinó su comportamiento. No hay casos contemporáneos tan extremos como el suyo y tampoco se sabe qué pasó con él al terminar el experimento…
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