Los estudios sobre la fisiología y la conducta sexual humana nunca han sido fáciles de realizar. Antes se documentaban disfrazados con otros nombres, se disimulaban con apelativos menos «chocantes» como «estudios sobre la fertilidad», «investigaciones gineco- obstétricas» o «sobre las enfermedades venéreas». Quienes trabajaban bajo esos términos eran objeto del desprecio, la burla y la sospecha de otros médicos.
La conducta sexual en la era victoriana
Un ejemplo de lo anterior es descrito por Mary Roach, en su libro Copular. El curioso acoplamiento de la ciencia y el sexo (2008), cuando describe el caso del ginecólogo James Platt White, quien fue expulsado de la Asociación Médica Estadounidense en 1851 por invitar a sus alumnos a observar el trabajo de parto de una mujer que había accedido a ello.
Los médicos que practicaban la ginecología y la urología en la época victoriana exploraban a sus pacientes sin siquiera ver los genitales, literalmente, «maniobrando bajo las sábanas». Incluso en el libro de Roy Levin, Fisiología médica esencial, un texto muy consultado en los años 60 del siglo XX, los términos: pene, vagina, coito, eyaculación y erección estaban ausentes.
Si hoy podemos tratar con mucha mayor libertad estos temas y tenemos conocimientos más extensos y profundos, se debe a varios pioneros en el estudio de la conducta sexual humana. Uno de los más destacados fue Alfred Charles Kinsey.
Ideas revolucionarias
Kinsey nació en Hoboken, New Jersey, el 23 de junio de 1894; se graduó como zoólogo —con especialidad en entomología— en las universidades Bowdoin y Harvard. Realizó varios estudios sobre el apareamiento de los animales, en particular de algunas especies de insectos.
En 1938, ya como profesor en la Universidad de Indiana, obtuvo el permiso para impartir un curso titulado «Matrimonio», al que acudieron cerca de cien estudiantes, la mayoría mujeres casadas, o que planeaban hacerlo. El curso tuvo un éxito inusitado y por ello Kinsey se animó a expresar abiertamente que había llegado el momento de abandonar la represión propia de la era victoriana y discutir con madurez y honestidad todo lo concerniente al sexo. Sus ideas eran muy revolucionarias para la época, pues creía en la libertad de ambos sexos y aceptaba como parte de una vida saludable todo tipo de relaciones sexuales que se dieran entre adultos que así lo hubieran acordado.
El anonimato ante todo
Durante la preparación de su curso, Kinsey constató que existían muy pocos estudios confiables sobre la conducta sexual humana. La mayoría estaban muy sesgados o se basaban en el estudio de pocos pacientes. Por ello, decidió realizar sus propias investigaciones. Kinsey y sus colaboradores llegaron a documentar más de 18 mil testimonios sobre sexualidad a partir de entrevistas anónimas.
En 1941, el trabajo original de Kinsey obtuvo apoyo financiero —que continuó hasta 1954— del Consejo Nacional de Investigación, creado por la Fundación Rockefeller. En 1947, con el propósito de garantizar la confidencialidad absoluta de los sujetos entrevistados y ofrecer una sede permanente en la que se pudiera custodiar, ordenar y consultar las entrevistas y otras investigaciones del doctor Kinsey, se fundó un instituto afiliado a la Universidad de Indiana, el cual recibió varios nombres y que ahora se conoce como Instituto Kinsey.