Aunque se cree que el uso del dedal se remonta a la Edad de Hierro, el más antiguo fue encontrado en una tumba china de la dinastía Han (206 a.C. – 202 d.C.); mientras que en América solían hacerse con hueso labrado.
Hasta el siglo XV comenzó la producción comercial en Nuremberg, Alemania, en donde eran comunes los de cobre. Cuando la plata importada del Nuevo Mundo empezó a abundar en Europa, los costos de producción bajaron y los dedales de este material se volvieron muy baratos y populares.
Los dedales decorados no eran comunes hasta el siglo XV; durante el siglo XVI el dedal comenzó a perder su practicidad y se convirtió en un regalo simbólico, ideal para las damas: los había de porcelana —muy bellos pero imprácticos— y engarzados con joyas. A mediados del siglo XVIII aparecieron las primeras máquinas para perforar dedales, logrando que fueran más delgados y de domo más pronunciado.
En 1884 Charles Horner patentó la dorca, un tipo de dedal que reforzaba la capa exterior de plata con acero en el interior. El dedal moderno no ha variado mucho de sus antepasados: hoy, una pieza hecha de aleación de zinc no supera los 40 pesos mexicanos. Sin embargo, los coleccionistas han llegado a pagar hasta 18 mil dólares por un dedal de cerámica de 1740.
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El espirógrafo