«¿Superman es amigo de Spider-Man, no?» Ésa es la clásica pregunta de mi mamá, quien tiene poca o nula cultura acerca de los superhéroes, y que ya debería de saber que ese tipo de cuestionamientos son una embolia en potencia para mi cerebro. Y es que, a estas alturas, ya todos deberían saber qué héroe es de DC Comics y qué otro es de Marvel Comics.
En este artículo no hablaré de un superhéroe en específico, sino de las dos empresas más famosas y exitosas de cómics y sus derivados. Y si esta información le parece totalmente irrelevante, por lo menos le servirá para quedar bien cool con los amigos, los hijos e, incluso, con los nietos.
¿Qué es un cómic?
El cómic1 o historieta —o monitos, como alguna vez se les llamó en México— proviene del inglés comic, y éste del griego Κωμικóς, komikós, «perteneciente a la comedia». Aunque actualmente la mayor parte de los cómics son todo menos cómicos, su nombre se debe a que, en su origen, se les llamó comic strips o tiras cómicas, y aparecían como tales en periódicos y revistas.
Históricamente, la reproducción masiva de dibujos debe su aparición al desarrollo de la imprenta en los siglos XV y XVI, y al de la litografía en el siglo XVIII. En la primera mitad del siglo XIX destacaron pioneros como el caricaturista suizo Rodolphe Töpffer —a quien a menudo se le cita como el creador del primer cómic: Histoire de M. Vieux Bois (1837)—, y sería en la prensa donde la historieta evolucionaría, primero en Europa y después en los EE. UU. En este país se implantó definitivamente el globo de diálogo, gracias a series cómicas y de grafismo caricaturesco como The Katzenjammer Kids (1897), Krazy Kat (1911) o Bringing Up Father (1913).
Ya en los años 30 del siglo pasado, empezaron a triunfar las tiras de aventuras de grafismo realista, como Flash Gordon (1934) o Príncipe Valiente (1937), y las tiras cómicas estadounidenses invadieron Europa con Le Journal de Mickey (1934) de Walt Disney, aunque con resistencia local como Tintin (1929) y Le Journal de Spirou (1938). A partir de este año, sin embargo, las tiras cómicas de prensa resentirían la competencia de los comic-books protagonizados por superhéroes.
Y aquí comenzamos a hablar de las dos empresas que nos atañen, cuya historia se divide en cinco grandes etapas o edades:
I. Edad dorada (1938-1945)
Los cómics surgieron como una forma de aliviar a la gente de los efectos de la II Guerra Mundial, o para motivar al ejército estadounidense para combatir al Tercer Reich y terminar la guerra —Superman y el Capitán América, por decir dos ejemplos, reflejaban el espíritu belicista de los EE. UU—. A esta época se le llama «dorada» porque fue la de mejores ventas y mayor esplendor.
II. Edad atómica u oscura (1945-1956)
Al terminar la II Guerra Mundial, el éxito de los superhéroes disminuyó, y éstos fueron sustituidos por historietas infantiles, románticas, de monstruos y westerns. Por otro lado, a finales de los años 50, el psiquiatra Fredric Wertham atacó duramente a los cómics al afirmar que los superhéroes creaban una distorsión de la realidad.
III. Edad de plata (1956-1970)
¡Ah, los años 60! Una década en la que no viví y en la cual tuvo lugar el esplendor de Marvel. En ella, el cómic tuvo un cambio radical: sus héroes se humanizaron y empezaron a tener los problemas propios de cualquiera. Por ejemplo: Peter Parker —Spider-Man— quien era víctima de bullying en su escuela y no tenía un trabajo fijo —pero bien que se fotografiaba a sí mismo—; o bien, Tony Stark —Iron Man—, un empresario millonario, científico y apuesto, pero con problemas cardiacos y de alcoholismo.
1 V. Algarabía 16, noviembre-diciembre 2004, Ideas: «Hacerse la vida de cuadritos»; pp. 18-35.