Duérmete, niño , duérmete ya , que viene el Coco y te comerá…
Canción de cuna
el Coco. En el folklore de España, Portugal y muchos países de América Latina —en el cono sur se le conoce como Cuco, y en Brasil, Cuca—, es un fantasma infantil, un personaje sin forma definida que se usa para asustar a los niños que no quieren ir a dormir. Pero si un coco —que no el Coco— es el fruto del cocotero —árbol procedente del Océano Índico, que se extendió por el Océano Pacífico y que, en los tiempos del descubrimiento de América, estaba presente en la vertiente meridional del istmo centroamericano—, ¿cuál es la relación entre este fruto semiesférico, de corteza dura y pulpa blanca, con este nebuloso fantasma?
Una posible explicación la brinda el etimólogo Joan Corominas. Según ésta, coco es una «voz de creación expresiva, probablemente paralela, pero no descendiente del griego κοκκος, kókos, ‘grano, pepita’; ambos vocablos, y otros análogos de muchos idiomas, pertenecen originariamente al lenguaje infantil, con el significado de ‘objeto esférico’, ‘agalla’, ‘cabeza’».
Según Corominas, los compañeros del expedicionario Vasco da Gama, durante su paso por la costa de Malabar —una región del sur de la India—, en 1498, bautizaron con esta voz al fruto del cocotero por comparación de la cáscara y sus tres agujeros con una cabeza con ojos y boca, como la de un coco infantil. Continúa Corominas: «Como nombre del fantasma infantil, coco, en portugués, aparece ya en 1518, y esta denominación se debe a la comparación de la cabeza esférica del coco, groseramente figurada, con uno de los numerosos frutos que llevan este nombre […]. En resumen, coco fue primero nombre infantil de agallas y otros frutos esféricos europeos, por comparación con los cuales se aplicó al fantasma infantil y, a su vez, partiendo de éste, se bautizó el fruto del cocotero».
Otra teoría vincula al coco español y portugués con las raíces celtas de estos países, y con la tradición de vaciar calabazas y tajar en ellas ojos, nariz y boca, e iluminarlas desde su interior con velas. Al parecer, se trata de una representación de una cabeza cortada y puesta en una lanza o picota, con la cual, presumiblemente, se asustaría a los niños por las noches.