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Poner puntos en relieve: la historia del código braille

por Victoria García Jolly
Poner puntos en relieve: el braille

Louis Braille (1809-1852) fue un niño que, por tocar lo que no se debe, perdió la vista. Paradójicamente, este hecho se concatenó con otros más hasta llegar a un invento que permitió a los ciegos integrarse a nuestra civilización, que basa su conocimiento universal en la palabra escrita.

Cuando Louis tenía tres años, se clavó en un ojo un punzón que tomó del taller de su padre y la infección lo dejó ciego. Este accidente coincidió con la fundación en París de la primera escuela para ciegos en el mundo: la Institution Royale des Jeunes Aveugles, lugar al que ingresó cuando tenía 10 años.

No obstante las condiciones durísimas que se vivían en las escuelas de esa época, Braille se las arregló para ser un alumno destacado: tocaba el órgano y el chelo y, además, aprendió a reconocer las letras del alfabeto sobre moldes resaltados, aunque este sistema le impedía escribir, pues únicamente permite reconocer formas, pero no reproducirlas.

Sin embargo, el origen del braille se remonta a Napoleón Bonaparte, quien le solicitó a Charles Barbier (1767-1841) —un capitán de la armada francesa— que creara un código de mensajes que pudiera leerse sin luz, para ocultar su presencia al enemigo.

El capitán Barbier creó un sistema a base de doce puntos resaltados que correspondían a ciertos sonidos. A este método lo llamó sonografía o «escritura nocturna». Fue una buena idea que resultó muy compleja para los soldados, pero que no fue a parar a la basura, sino al instituto de jóvenes ciegos donde Braille estudiaba.

No me cambien el código

Louis Braille retomó de la sonografía dos ideas precisas: el volumen o grabado y los puntos.

Tras hacer varios ensayos, creó en 1837 un código alfabético alejado totalmente de la forma de las letras latinas. Diseñó un sistema a base de puntos que forman 64 matrices, las cuales representan letras, numerales, signos matemáticos y puntuación.

Braille definió una unidad o celda de 3×2 puntos que pueden estar resaltados o no y que se organizan de distintas maneras para repetir una letra a la vez.

A este sistema elemental se le conoce como «braille de primer nivel» y es usado por principiantes.

El código también tiene especificaciones estructurales de tamaño para que se pueda percibir correctamente con el tacto. El tamaño de la celda está determinado por el tamaño común de la yema de los dedos; por ello también están especificados los diámetros de los puntos, los espacios entre ellos, los espacios de un signo a otro y la distancia de un renglón al que le sigue, de tal manera que el lector no se confunda.

Es lógico imaginar, para aquel que nunca ha visto un libro en braille, que la disposición de los textos ocupa muchísimo espacio, y ésta es la razón por la que el braille tiene dos niveles más.

El de segundo nivel es el más común para textos y libros y su característica es que para las palabras más comunes se emplean contracciones, es decir, una disposición de puntos que, en lugar de corresponder a una letra, lo hace a la palabra entera.

Hay países como Canadá y Paraguay que lo emplean en sus billetes

El braille de tercer nivel es más bien un código personal, pues aquellos que lo emplean desarrollan sus propias contracciones y abreviaciones; se usa más para la escritura de diarios, notas y trabajo personal, y puede llegar a ser ininteligible para otros ciegos.

Estructura del código

Una página tamaño carta —21.5 x 28 cm— en braille tiene aproximadamente 28 líneas y 35 caracteres por línea, con un área útil de texto de 25 líneas por página y 31 caracteres por línea. Estas cifras y las dimensiones antes mencionadas pueden tener ligeras variantes de acuerdo, por ejemplo, con el fabricante de la plantilla o las especificaciones de impresión.

En todo caso, esto implica que los textos en braille son usualmente de mayores dimensiones y más delicados para manejar, transportar y almacenar que los textos en tinta. Dependiendo de los símbolos usados en el texto y la presencia de tablas y gráficos, un texto en braille ocupará un espacio tres a cinco veces mayor que el de un texto en tinta.

El papel que se emplea no es común, pues tiene que soportar el roce natural producto de la lectura.

La celda braille, con sus seis puntos, no ofrece suficientes combinaciones para la diversidad de símbolos y variantes tipográficas, por lo que antes del texto se introducen unos símbolos especiales, llamados modificadores o determinadores braille, los cuales indican el tipo de letra siguiente.

El caracter (5) se usa, por ejemplo, para indicar el cese del efecto de otro determinador; tal es el caso del símbolo de número (3456).

Louis Braille pensó desde un principio que su código posibilitaría la comunicación en dos vías, leer y escribir, por lo que trabajó al lado de su amigo François-Pierre Foucault en el desarrollo del método para grabar el código. Inicialmente funcionaba a través de una plantilla por medio de la cual se perforaban los puntos uno por uno.

El tipo de uso común es la minúscula latina.

Más tarde se creó una máquina bajo el principio de la típica máquina de escribir, sólo que con seis teclas correspondientes a los de la celda braille exclusivamente; para la mano izquierda 3, 2, 1 y para la derecha 4, 5 y 6.

Braille multicultural

Es posible imaginar que Louis Braille creó su código teniendo al francés como lengua base, pero la cualidad de transcripción de textos, letra por letra, ha hecho posible que el código se adapte a cualquier idioma, incluso al chino y a lenguas semejantes, cuyo sistema de escritura no corresponde al occidental.

El braille se adapta también a la música, la ciencia, las matemáticas, el arte y la computación. Por ejemplo, hoy en día hay impresoras que en lugar de tinta graban el papel; también existe un programa que transcribe un texto común a este código. Un libro en braille es grueso, grande y blanco, su contenido es un misterio para los que vemos y puede ser la fuente de conocimiento para quien carece del sentido de la vista.

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