El despegue del Barón Rojo
Su éxito en la Fuerza Aérea Alemana se debió, en gran medida, a su maestro Oswald Boelcke —táctico y piloto de la I Guerra Mundial—, quien lo seleccionó para formar parte del escuadrón de cazas Jasta 2, con sólo 23 años. Obtuvo su primera victoria en 1916 sobre el cielo de Cambrai, Francia; se hizo célebre por su vista de águila y su temple de hierro ante el peligro.
Cuentan que tenía un carácter extremo: era arrogante, ambicioso y despiadado. Para él, volar y derribar aviones enemigos era una continuidad del «placer» que encontraba en tierra mientras practicaba cacería. Decía: «Soy un cazador por naturaleza».
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En 1917 fue reclutado en el comando Jasta 11, conocido como «el Circo Volador» por el vibrante colorido de los 14 aviones que lo conformaban; para que todos supieran qué avión tripulaba, Von Richtofen eligió el rojo —de ahí el mote que lo volvió leyenda—, una advertencia de que, quien se cruzara con él, encontraría su fin.
La caída
Tal vez fue esa soberbia la causa de su muerte, pues durante una batalla contra los australianos el 21 de abril de 1918 —casi al finalizar la guerra— sobrevoló a muy baja altura frente al enemigo. Aún cuando una bala atravesó su torso, su orgullo no le permitió desvanecerse en el aire: antes de morir, apagó el motor de su amado Fokker e intentó aterrizar con dignidad. Fue enterrado con todos los honores por sus adversarios británicos, quienes le rindieron tributo de héroe.
El triplano Fokker Dr. I, 1917.