Cuando el futuro nos alcanzó
En aymara, una lengua de la familia quechua hablada en Bolivia —donde es una de las lenguas indígenas principales—, en Perú, Chile y en parte de la Argentina, tiempo y espacio son uno solo y al serlo en la lengua, lo son también en la forma de percibir el mundo de sus hablantes.
Los aymaras llaman al futuro qhipa pacha/timpu, que significa «atrás o en la espalda del tiempo», mientras el pasado —pretérito— es para ellos nayra pacha/timpu, que significa «adelante o frente al tiempo». Es más, hacen el gesto de adelante, cuando recuerdan cosas del pasado, tal y como nosotros hacemos el gesto de hacia atrás y tenemos frases como: «no quiero mirar atrás», «nunca des vuelta atrás», «detrás quedó la pena».
Cuando los aymaras hablan del futuro, voltean hacia atrás o vuelven la mano hacia atrás a diferencia de nosotros, que cuando hablamos del futuro lo visualizamos viendo hacia el frente. Como vemos, los hablantes de aymara consideran importante distinguir «lo que se conoce o se vio» de «lo que se está por conocer o se va a ver», que, para ellos, obviamente está a nuestras espaldas porque no lo vemos. Por su parte, el pasado se conoce y por eso se refieren a él como nayra que literalmente podría traducirse como «visto».
Pero atrás o adelante, como sea, todos los seres humanos tenemos que vivir en la incertidumbre, en la expectativa, en la incógnita de lo que nos depara el futuro, el mañana, lo que está por ser, lo que va a venir y, justo por ello, nos resulta tan atractivo. Y por ello también, el futuro es la raison d’être de esta Algarabía 98, que ilumina noviembre, el penúltimo mes del año.
En ésta nos debatimos entre el movimiento de vanguardia italiano de principios del siglo xx, capitaneado por Marinetti; las imágenes del retrofuturismo; los inventos generados por la ciencia ficción —entre ellos el celular— y la futurología, y con ella las profecías mayas, nostradamescas y malthusianas y el cine futurista.
Clarividentes, visionarios y profetas se entremezclan con personajes como Ibargüengoitia y Ray Bradbury, para hablar de «los poderes secretos del tiempo»; de cómo se verá la Tierra en 100 millones de años; de las cápsulas del tiempo, de la esperanza de vida y la población del planeta; y del pobre masculino, el género más vilipendiado.
Pero como el presente es lo único que tenemos y el futuro fue alguna vez pasado, también visitamos a los teporochos y la tradición judía de la Kabbalah; les damos el más completo diccionario de cuando las señoras cosían y hacían labores; les contamos por qué la Vespa se hizo famosa y hacemos una semblanza del charro de charros, el guapo Jorge Negrete, a más de cien años de su nacimiento.
¿El futuro está prefijado? ¿Es destino o sino? O ¿es una construcción que se forja en el presente? Decídalo usted mismo leyendo este interesante número.
Editorial 98
En aymara, una lengua de la familia quechua hablada en Bolivia —donde es una de las lenguas indígenas principales—, en Perú, Chile y en parte de la Argentina, tiempo y espacio son uno solo y al serlo en la lengua, lo son también en la forma de percibir el mundo de sus hablantes.
- lunes 29 octubre, 2012
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