Por Monserrat Iglesias López
El feminismo no tiene un manual a seguir o requerimientos específicos; al contrario, es tan diverso que se divide en muchas corrientes y maneras de vivirlo. Una de ellas es el ecofeminismo, compuesto por los términos ecologismo y feminismo. Busca la reivindicación de la relación entre las mujeres y la naturaleza, la cual se considera que ha sido históricamente subordinada.
Desde la raíz
La mujer ha tenido un papel importante en la lucha contra el cambio climático, razón por la cual los momentos clave del ecofeminismo no se entenderían fuera de tal contexto:
El primero de ellos se dio en 1974, en la zona montañosa del distrito de Chamoli, India, hogar de cientos de mujeres que decidieron abrazar un árbol y amarrarse a él, estando dispuestas a dar su vida, de ser necesario, con tal de que no se arrancara un árbol más de sus bosques sagrados. A este significativo movimiento encabezado por la física, filósofa y activista Vandana Shiva se le conoce como Chipko, que significa ‘abrazo’ en hindi.
En el mismo año, la escritora francesa Françoise d’Eaubonne menciona por primera vez el término ecofeminismo en su libro El feminismo o la muerte, en el que sostiene la importancia de que la mujer tome conciencia realmente de su cuerpo como su propiedad, ya que la mujer crea la naturaleza, mientras la imagen masculina está ligada a la cultura y la razón, siendo la cultura este agente que «transforma» a la naturaleza de acuerdo a sus necesidades, dejando a la mujer en un segundo plano del cual el hombre dispone.
Más tarde, en 1977, Wangari Maathai encabezó el movimiento ecologista más grande del continente africano, enfocado a emplear mujeres, afrontarla sequía y sostener el medio ambiente al mismo tiempo que garantizar la seguridad económica de un país en vías de desarrollo, el cual se llamó Movimiento Cinturón Verde, que consistía en dotar de semillas a las mujeres kenianas para que ellas las plantaran y pudieran gestionar sus cosechas, consiguiendo con ello que tuvieran independencia económica.
En 2011 el Movimiento Cinturón Verde tenía 47 millones de árboles plantados por 35 mil mujeres en más de 13 mil viveros.
Semillas que florecen
El ecofeminismo evolucionó basado en estos ejemplos de lucha, para analizarlo desde una mirada global se abordan cuatro pilares:
- Género: busca normalizar y visibilizar que las diferentes identidades de género no son nuevas, sino que han estado en la naturaleza desde siempre.
- Especie: consiste en eliminar la cosificación y fragmentación de los animales y las mujeres. Esto implica dejar de ver a los animales como objeto de consumo y a las mujeres como producto para explotación sexual o reproductiva.
- Etnia: sostiene que las mujeres que más sufren por las crisis climáticas son aquellas que viven en países en vías de desarrollo, bajo condiciones precarias y que están orilladas a cosechar y producir a costa de seguir explotando el medio ambiente para que sea consumido por los países desarrollados.
- Clase: esta categoría argumenta que el hombre depende directamente del esfuerzo de la mujer en casa por mantener el flujo del hogar, lo que permite que él salga a trabajar. Por otra parte, en hogares privilegiados se contratan a otras mujeres para que se hagan cargo de la casa, dejando un vacío en su hogar que tiene que ser cubierto casi siempre por otra mujer, la cual deja de lado sus aspiraciones para cumplir con esas obligaciones, lo que refuerza los establecidos roles de género.
De acuerdo con la ONU, 20 de cada 25 de los refugiados climáticos son mujeres.
Las mujeres siempre han estado relacionadas con la Madre Tierra, el cuidado y la protección del medio ambiente, así como de los conocimientos más profundos que les permitió desarrollarse en la herbolaria, lo que condenó a algunas hasta etiquetarlas como brujas1. El ecofeminismo nombra la lucha constante para recordar a todas esas mujeres que han exigido que ambos conceptos se liberen del sistema capitalista patriarcal.
____________________________
- v. Algarabía 10, octubre-diciembre 2003, «La cacería de brujas en Salem», pp. 38-44
Monserrat Iglesias López nunca ha sabido lo que quiere pero siempre quiere algo. Escribe de todo un poco y es una eterna amante de las cartas que nunca le han dedicado. La puedes encontrar en Instagram como @mon.iglo