La mentira más grande que un mexicano —y latinoamericano, en general— puede decir es tachar a alguien de otaku sólo porque vio Dragon Ball Z, Los caballeros del Zodiaco, Pokémon, Digimon, Sailor Moon, Sakura Card Captor, Yu-Gi-Oh!, Akira, Hamtaro, Beyblade, Ghost in the Shell, Ranma ½, Toradora!, InuYasha, Naruto, One Piece, Bleach y Mazinger Z, o más recientemente Attack on titan, My Hero Academia, Demon Slayer, Boruto, One Piece —esa madre jamás va a acabar—, One Punch Man, Your Name, Gokushufudo, Kaguya-sama: Love Is War, Wotakoi o Kakegurui, y un eterno etcétera.
Y es una hipocresía porque desde los 60s-70s el anime llegó a las televisiones latinas para quedarse y educar a las futuras generaciones, gracias en gran medida por las actrices y los actores de doblaje —que gracias a las redes sociales, al fin sabemos quién era quién y pedirles fotos o autógrafos—. Sin embargo, ¿quién chingados ve la tele? Mejor dicho, ¿quién chingados tiene cable?
El futuro es hoy, anciano
La siguiente evolución de la popularidad del anime fue el Internet y los servicios de streaming. «¡Ya suéltalo, chingao!», tranquilos, que ahí les van:
Anime Onegai
Anime para y por latinoamericanos, casi-casi. Su nombre literal significa «Anime, por favor», y todo parece apuntar a que se convierta en el mejor servicio de streaming de anime en la región. La fortaleza radica en la inversión directamente de Japón —digo, prefiero un taco de México que de Gringolandia—, con transmisiones simultáneas además de doblajes rápidos y de gran calidad. Sugoi.
Crunchyroll
El peso pesado del anime es este «rollo crujiente». Fue esta plataforma la que empezó a ofrecer tanto contenido gratuito como pagado, ampliando su repertorio y los lugares donde podías acceder —desde Internet hasta apps de smartphone y de otros gadgets—. No por nada Sony adquirió la empresa y pretende fusionarla con Funimation y Wikanim —subsidiaria francesa de la primera— para convertir a Crunchyroll en el rey del anime. Omae wa mō shinde iru…
Amazon Prime Video
El loquillo de Jeff Bezos será eso pero no tiene un pelo de tonto —literal—. Si bien su catálogo no es tan amplio como uno esperaría, fue de los primeros en invertirle para nuevas adaptaciones de manga populares que aún no tenían su anime. Y ya saben, si uno lo hace, el otro también pero en «rojo». Nani?!
Netflix
¡Ah, pero por su pollo que sí! Y la estrategia fue buena: tengo varo para adquirir los derechos de franquicias ya conocidas y hasta dobladas —al español, pues—, agarro nuevos suscriptores y, ¡pum!, a producir nuevos títulos y hasta series originales. Así es como nos tiene agarrados ese tío. Yamete kudasai!
Funimation
Un minuto de silencio, por favor. Si bien esta empresa llegó tarde a Latinoamérica con series exclusivas y procesos de doblaje chingones, no se trata más que de otro caso del sucio y delicioso capitalismo monopólico. Afortunadamente no lo compró el ratón de siempre pero aguas con Sony que se viene con Tokio. Sayōnara, tomodachi.