Incluso estudios recientes hablan de los beneficios que trae a la salud un par de insultos al día. Sin embargo, a veces la barrera del lenguaje nos impide decir chingaderas como es debido cuando andamos en otras latitudes o nos encontramos frente a un viajero que se ha ganado a pulso algunas mentadas de madre.
Según Steven Pinker, en su libro The Stuff of Thought hay cinco formas en las que podemos decir palabrotas: idiomáticamente, «está de la chingada»; descriptivamente, «vamos a chingar»; abusivamente, «chíngate»; enfáticamente, «chingar de lo lindo»; catárticamente, «¡no chingues!».
Para ello cada país se pinta solo y no es de extrañarse que la mayoría hagan referencia a temas escatológicos, de índole sexual o familiar.
No obstante, todos responden a su entorno social y cultural.
Por ello, ya que andamos de viaje por la tierra y que nunca sabemos cuándo se pueda ofrecer, te presentamos algunos insultos que te pueden sacar de un apuro ―o meterte― o por lo menos te pueden ayudar a saber si alguien está siendo grosero contigo.
Entre hispanohablantes tampoco nos entendemos
– España –
antoñito. En la zona de Canarias se dice así a los tímidos que no se acercan ni de chiste a una mujer.
escuchapedos. En la zona de Navarra se usa para insultar a quien le gusta difundir chismes.
falandeiro. En Galicia llaman así a quienes halagan interesadamente.
yocu. En los pueblos recónditos de Asturias, para llamar «loco» a alguien.
zambullo. En Murcia es alguien pedante que se da la importancia que no tiene.
– Latinoamérica –
barragana. En Venezuela se usa despectivamente para nombrar a la amante de un hombre casado.
batalero. En República Dominicana, alguien que no sabe lo que hace o se equivoca mucho.
cara de monda. En Colombia significa ‘cara de pene’.
coge un buche. Para callar a alguien en Puerto Rico.
poto. En el noreste de Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Perú, es sinónimo de trasero y se usa como «cara de poto» o «caracho de poto».
sos un salame. En Argentina se usa para las personas bobas o tontas.