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¿Quién entiende a André Gide?

Pues yo no entiendo a André Gide, queridísimos, este hombre es para mí un e-nig-ma. Tal cual.

Pues yo no entiendo a André Gide, queridísimos, este hombre es para mí un e-nig-ma.

Annecy, Francia, 21 de abril de 1923

Tal cual. Fíjense que últimamente he andado de paseo por esta provincia francesa —a mi Fifí le sienta magníficamente el aire de la montaña— y por supuesto, lo primero que he hecho al llegar a esta tierna población es preguntar si hay alguna noticia reciente que pueda yo comunicar a mis amigos y conocidos. ¡Y sí la hay! Hace sólo tres días —el 18, para ser exactos— nació la hijita de este famoso escritor y editor de 54 años.
Esto podría parecer intrascendente —después de todo, a cada rato nacen un montón de chamacos en el mundo—, si no fuera por las circunstancias en que la pequeña Catherine —así se llamará— fue concebida.
En primer lugar, Cathy no es hija de Gide y su esposa Madeleine, sino de Gide… ¡y su amiga Elisabeth van Rysselberghe! Y eso no es todo, la verdad es que André no tiene hijos con su esposa porque ¡es homosexual y jamás ha tenido relaciones íntimas con ella!, con todo y que llevan 28 años de casados.
Ustedes —como yo— se preguntarán qué le pasa a este señor, que se casó, pero es gay y además padre de la hija de la amiga. Bueno, pues déjenme contarles lo que sucedió en 1895, un año importante en la vida de este polémico escritor por tres razones: en primera, se murió su mamá, a quien obviamente adoraba; en segundo lugar, Gide —de entonces 26 años— decidió salir del clóset y proclamar al mundo entero que le fascinan los jovencitos; y en tercero, le propuso matrimonio a su prima hermana Madeleine Rondeaux —¡y ella aceptó!— con la condición de que nunca de los nuncas tendrían relaciones sexuales, ya que André sólo se entrega a hombres y las chicas, la verdad, le dan asquito.
El gran amor de André Gide es un señorcito 31 años menor que él llamado Marc Allégret, y con quien pasó un romántico verano en Cambridge en 1918, lo que ocasionó una crisis conyugal. A Madeleine le pareció una desvergüenza que su marido —aunque sólo lo sea de nombre— anduviera exponiéndose ante todos con su joven amante. Se dice que del coraje quemó todas las cartas que Gide le había escrito desde que eran niños. Pero el drama pasó y siguen juntos a pesar de todo, pues se quieren como lo que son: primos.
Y ahora, viene lo de Elizabeth, quien es hija de un matrimonio muy amigo de Gide, formado por el pintor belga Theo van Rysselberghe y la escritora Maria Monnom, quien está preparando la biografía autorizada de Gide. Al parecer, el escritor sintió últimamente la necesidad de dejar una huella más palpable aún que sus numerosos libros, pensó en tener un heredero y en criarlo en compañía de Marc. Elisabeth, de 33 años, le pareció la persona indicada para procrearlo, es una amiga muy de su confianza, está sana y aunque sea mujer, es aceptable para este «hombre enamorado de los chicos». Por ahora todos están muy contentos con la bebé —Madeleine no tanto, pero a estas alturas ya se acostumbró a las rarezas de su marido.
Y bueno, antes de despedirme, les tengo un chisme más de este escritor. Como sabrán, trabaja en la prestigiosa editorial Gallimard. Hace diez años llegó ahí un escritor llamado Marcel Proust, quien deseaba publicar su manuscrito llamado En busca del tiempo perdido. Gide lo recibió, le dio una leída por encimita y lo rechazó, pues el libro y el autor le parecieron aburridos e insoportables. Así que Proust lo publicó por su cuenta y resultó todo un éxito. El jefe de Gide —Gastón Gallimard— seguramente le dio un buen jalón de orejas y convenció a Proust de publicar con ellos la primera parte, Por el camino de Swann. El caso es que desde entonces, Gide y Proust son enemigos, y no se pueden ni ver.
Hijitos, les podría seguir contando más chismes de André Gide, como sus noviazgos con numerosos mozuelos o sus pleitos con la religión, pero me han invitado a pasear por la orilla del lago.
Au revoir!

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