Antes de entrar en cualquier debate, es indispensable entender la diferencia entre las dos vertientes que este artículo esbozará: primero, aquella que incluye a la expresión musical que, desde el momento en que es concebida, tiene el objetivo de analizar, «iluminar» y conducir a la sociedad hacia un estado de reflexión que le permita sentir y, por qué no, discernir entre lo que está bien y lo que está mal; segundo, ésa que para bien o para mal funciona como propaganda y que, muchas veces sin que sus artífices así lo planeen, se convierte en bandera e himno explícito de movimientos políticos e ideológicos.
«Va pensiero» y «Viva verdi»
En 1844, Giuseppe Verdi estrenó Nabucco, ópera en la que la comunidad de su país encontró no sólo un claro reflejo de la realidad social de la Italia de esa época —que pedía a gritos independencia y unificación luego de que Napoleón la proclamara como «su reino» y de que fuera ocupada por austriacos—, sino también a un detonador de la revolución.
El tercer acto de la obra tiene como tema principal el exilio hebreo en Babilonia. La letra de esta pieza conmovió de tal manera a los presentes en el estreno que esa noche quedaría adherida al movimiento de «Risorgimento», convirtiéndose en himno de aquel movimiento de oposición que tomaría como nombre, precisamente, el título de aquella pieza: «Va pensiero».
Luego de aquella presentación, los integrantes del movimiento social convirtieron al apellido de Giuseppe, literalmente, en las siglas de una leyenda que representaba la oposición contra los invasores de su tierra: «Vittorio Emanuele Re D’Italia». 1 «Victor Manuel, rey de Italia»
Antes del tercer Reich
La devoción de Hitler por Wagner no forma parte, en absoluto, de la ideología nazi. Sólo él, no el Partido, se convirtió en protector de su obra. Se cuentan grandes opositores, como Alfred Rosenberg o incluso Goebbels y Göring, por no mencionar a Julius Streicher y a no pocas organizaciones nacionalsocialistas.
Briggitte Haman, La familia Wagner
Arte y clima: el judaísmo en la música (1851), escrito por Wagner, es uno de los manifiestos que el músico dejó como legado ideológico a los seguidores de Adolf Hitler, quien subiría al poder alemán en 1933 ⎯medio siglo después de la muerte del músico⎯. Así, aunque sus composiciones no estuvieron en absoluto influenciadas por el Tercer Reich, éstas se convirtieron en estandarte del mismo.
Mucho se habla acerca de la estrecha relación que mantuvo —y mantiene en la memoria— el músico alemán con el neonacionalismo; sin embargo, es obligatorio recalcar que la música de Wagner no hacía referencia a ningún asunto político. El arte de Wagner, según la evidencia de su legado artístico —sin contemplar cualquier manifiesto que hubiese hecho fuera de este marco— , era eso, sólo arte.
Kurt Weill, compositor alemán, creía firmemente que la música debía servir a propósitos sociales y políticos. Su obra más conocida, The Threepenny Opera (1928),2 La ópera de tres centavos muestra una clara perspectiva a favor de las tendencias capitalistas de Marx.
Nacionalismo musical: política pro-arte
Arte es lo único que tiene México,
lo único que le da carácter y fisonomía propios,
para sí mismo y ante el mundo.
⎯Carlos Chávez
Fue tan compositor y director de orquesta como periodista, político y educador; su interacción con el régimen postrevolucionario, así como sus ideas políticas, sociales y de estética, convirtieron a Carlos Chávez en un ícono de la historia de la música —y las artes en general— en nuestro país.
Iniciaba la década de 1940 y una «lluvia de músicos europeos» empapaba a todos los países latinoamericanos. Los empresarios —principalmente los mexicanos y argentinos—, fascinados con aquel superávit de talentos, desplazaron inconscientemente a los nacionales. Entonces, la política debía servir con urgencia a la música: Carlos Chávez lo hizo posible.
Fundó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y la Orquesta Sinfónica de México
«Pocas veces ha sido dada a un músico la posibilidad de influir de manera tan contundente y prolongada en el desarrollo del arte de su país.»
Yolanda Moreno Rivas
Chávez era una figura polarizada: por un lado, un hombre que hizo a un lado su inspiración revolucionaria y liberadora para cuadrarse a un esquema de Estado; por el otro, el hombre que hizo de sus influencias y poder político un impulso para el arte: el hombre que hizo política a favor de la música.
«Son artistas, y es deber del artista comprometerse con todas las dimensiones humanas. Algunas veces lo hacen “vulgarmente”, pero en otras ocasiones logran capturar con tal fidelidad la pasión de una causa, que lo hacen mejor que los mismos políticos.»
Stuart Maconie
Ires y venires
La música es revolucionaria: alínea las filas del pueblo,
lo despierta y los guía hacia delante.
Dmitri Shostakóvich
En un contexto en el que la homosexualidad y el aborto habían sido nuevamente prohibidos por la ley, la equidad de géneros se veía diluida, el modelo de familia y los «valores tradicionales» eran nuevamente promovidos con bombardeos de propaganda, y la oposición era perseguida y encarcelada, Dmitri Shostakóvich escribió la historia de una criminal en búsqueda de su libertad sexual.
Lady Macbeth de Mtsensk, considerada por muchos como una de las óperas más importantes de la tradición artística rusa, colocó en la mira del régimen stalinista al compositor que –en una vida llena de ires y venires ideológicos— marcó el desarrollo artístico de su país retando a las imposiciones de la época.
La obra, estrenada en 1934 con increíble éxito, no fue vista por Stalin sino hasta dos años después —26 de enero de 1936—; dos días más tarde, las críticas en medios se encargaron de desprestigiarla al grado en que su popularidad se disolviera por completo ⎯llegó a ser calificada, incluso, como «música pornográfica».
La obra traspasó fronteras y, aunque durante más de dos décadas el público pudo disfrutar solamente la versión «pulida» —para poder tener difusión, Dmitri aligeró la composición—, en la actualidad, la obra es presentada en su versión original.
Shostakóvich despidió al régimen socialista en los años 60 con múltiples Premios Stalin, un puesto como diputado del poder supremo soviético y el honor de ser el primer compositor en recibir la medalla de Héroe del Trabajo Socialista. Con sus composiciones no sólo marcó el desarrollo de la ópera del siglo XX, sino de la revolución y transformación contrarrevolucionaria que la Unión Soviética urgía.
Casi toda la música relacionada con asuntos políticos desde 1930 hasta 1970 puede ser clasificada como «revolucionaria», mientras que a partir de los años 80, la mayor parte de las composiciones se orientaron más hacia la crítica.
Give peace a chance
How many ears must one man have /
before he can hear people cry?
Más cercanas a las generaciones actuales, bandas como The Beatles, MC5, The Clash, Sex Pistols, Anti-Flag o Raise Against the Machine —pocos como ellos— han sido destellos contrarrevolucionarios que, con su música, han detonado desde crítica y análisis, hasta revoluciones ideológicas que golpean la política de todos los días en el mundo; asimismo, grandes artistas han logrado influir en su sociedad manteniéndose lejos de los reflectores políticos y limitándose a lo artístico.
¿Cuál es el camino correcto? ¿Todo el arte es político? ¿En qué otros momentos de la historia se han conjugado la música y la política?
Referencias
⎯ Pauline Fairclough (ed.), «Twentieth Century Muysic and Politics» ⎯Essays in Memory of Neil Edmunds⎯; Universidad de Bristol, Reino Unido.
⎯Briggitte Haman, La familia Wagner
⎯Terry Klefstad, «Shostakovich and the Peace Conference»
⎯Conferencia: José Luis Téllez: «Lady Macbeth de Mtsensk de Dmitri Shostakóvich», en http://www.youtube.com/watch?v=gf3m91tNsMc
⎯Luis Velasco Pufleau, «Nationalism, Authoritarianism and Cultural construction: Carlos Chávez and Mexican Music (1921-1952