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Jessie Tarbox. La primera mujer del fotoperiodismo

La fotografía es vestigio de la realidad que pasa por encima del tiempo…

La cualidad creativa que le caracteriza es la transcripción visual de lo que sucede en el entorno; junto al periodismo, es una forma particular de informar y comunicar una noticia con cierta dosis artística sobre cómo concibe el momento la persona que está detrás de la cámara.
A partir de la evolución de este artefacto en el siglo xix, los primeros espectadores de fotografías se maravillaron con la posibilidad que ofrecía dicha técnica para reproducir los detalles más significantes de la realidad visible. De esto se dio cuenta Jessie Tarbox Beals, una mujer de Ontario, Canadá, quien cuando tenía 17 años obtuvo su primer cámara fotográfica al vender suscripciones a una revista de la época.
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El primer trabajo de Jessie a partir de esa edad fue como maestra en una escuela de Massachusetts, ee.uu; pero cuando tuvo una cámara en sus manos, en seguida comenzó a tomar algunas fotografías sólo como pasatiempo durante sus vacaciones de verano.
Años después, en 1897, contrajo matrimonio con Alfred Tennyson Beals, a quien ella le enseñaría a revelar negativos y hacer impresiones fotográficas para convertirlo en su asistente.
Cuando Jessie terminó con sus años de enseñanza se desempeñó como fotógrafa de tiempo completo.
Tarbox se distinguió por el estilo fiel a la naturaleza de lo que observaba, lo que deseaba expresar.
Con su esposo pasaba el tiempo viajando y retratando los lugares por donde fueran, deambulaba así hasta que en 1902 el periódico The Buffalo Inquirer la contrató, y su desenvoltura con la cámara le consiguió su primer encomienda periodística: retratar la prisión estatal de Massachusetts.
Jessie no practicaba la fotografía desde la comodidad de un estudio, era una mujer audaz que prefería salir a la calle y retratar el mundo, su gente, los sucesos que envolvían la cotidianeidad en sus vidas; lo cual era poco común en las labores que desempeñaban las mujeres de aquella época.
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Se solía ver a Jessie con gafas redondas, un pañuelo al cuello, sombrero llamativo que hacía juego con su falda hasta los tobillos, más treinta kilos de equipo fotográfico que cargaba para realizar su trabajo, el cual para entonces comenzaba a despuntar en prestigio, tras acudir a la Feria Mundial de 1904 en San Luis, Missouri. Desde sus primeras imágenes, los organizadores de la Feria se convencieron de su talento y la designaron fotógrafa exclusiva del evento; lo que permitió que su trabajo fuera bastante admirado.
A lo largo de su carrera retrató a varios célebres personajes como el presidente Roosevelt, el escritor Mark Twain, entre otros.
Para 1905 Jessie sentía que ya había cumplido su sueño profesional, se mudó a Nueva York y abrió un estudio de fotografía donde realizó retratos que documentaban los temas que le interesaban, los cuales en su mayoría eran demandas sociales sobre educación, pobreza infantil, y los albores de las exigencias feministas.
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La mirada de Jessie Tarbox fue atrevida, sus fotografías superaron generaciones, así como los obstáculos de género en aquella época. Su trabajo le otorga con justo mérito el reconocimiento de ser la primer mujer comprometida con el testimonio real de la vida a través de la lente.

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