¿Qué mejor ejemplo que la palabra chingar? La tan mentada palabra cuyas derivaciones solemos utilizar los mexicanos para todo: chingada, chingado, chingadazo, chinga, chingadera, chingón.
Cada una, aplicada a determinados contextos, designa situaciones completamente distintas: Amenaza —«te voy a chingar»—; prepotencia —«soy el más chingón»—; desprecio —«vales para pura chingada»—; certeza —«ya nos chingaron»—, ¡y hasta admiración! —«está chingón».
—segunda de dos partes—
Según algunas teorías, esta palabra es ni más ni menos que la verbalización de chinco o chingo, “en el culo”. Deriva de tzinco —cuya pronunciación natural es «chinco»—, que significa «ano».
De aquí surgió la voz chinanear, que quiere decir «tener relaciones sexuales», y también se utiliza en la frase «¡No me estés chinaneando!», o sea «chingando», golpeando o fastidiando en el culo.
Chinana se utilizaba para designar un supositorio para la cura de hemorroides, y en la zona de Milpa Alta, todavía significa «agarrar a una mujer por el trasero o tener relaciones íntimas con ella». En Jalisco, es una broma de niños que consiste en golpear con violencia el ano con las palmas de las manos unidas1.
La lengua no es libre, decía Saussure. La lengua es un ente vivo, mutable y poderoso, y sabio, diría yo: el único capaz de interpretar a la sociedad y, por tanto, de hacerla existir. Pero simultáneamente el tiempo, el poder, la cultura, y algunas veces la sociedad y sus crisis, dirigen a la lengua.2
No obstante, la permanencia de ciertas palabras, frases, refranes y toponimias del náhuatl transparenta una pertenencia inevitable a un pasado y presente que también es nuestro.
No se sabe todavía en qué medida la cultura indígena ha estado transformándose con el paso del tiempo en lugar de estarse desvaneciendo, pero una parte de ese rostro se asoma directamente al español que hablamos en México.
Se piensa que posiblemente el incremento de la migración indígena y rural a la ciudad de México desde 1969, y los movimientos culturales y políticos de principios del siglo XXI hayan afectado el habla de la ciudad.
De modo que el náhuatl no es un mundo aparte, encuadrado en la población rural, sino uno que encontramos, en el día a día, también en nuestras calles.
Dicha persistencia en el español de México de voces provenientes del náhuatl se explica por la cultura, que es una realidad que se extiende más allá del fenómeno lingüístico.
En nuestro país, los estudios más recientes señalan que existen todavía 2 millones 563 mil hablantes de náhuatl, distribuidos principalmente en los estados de Guerrero, Morelos, Puebla, la región de la Huasteca y 12 pueblos de la delegación Milpa Alta del Distrito Federal.
Aunque la voz náhuatl es vigente y productiva en el español de nuestros días, pocos saben de la riqueza que representa como lengua viva.
Sería útil analizar a fondo esa amplia dinámica cultural, que aún nos influye y nos otorga identidad: porque el lenguaje no es sólo una secuencia de signos arbitrarios, sino fundamentalmente una manera de ver y comprender el mundo.
Para contactar a Karla Covarrubias, síguela en Twitter como @karla_kobach.
1. Carlos, Montemayor. Op. cit. p. 35.
2. El mismo Justo Sierra, siendo Secretario de Educación Pública, llegó a proponer que sería mejor para el país y para los indios de México que desaparecieran las lenguas indígenas y se impusiera el español.