Algo así parece suceder, particularmente con una escena de Monsters University (2013), en la que el joven Mike Wazowski orquesta una espeluznante escena en un campamento de verano en el que aterra a un grupo de policías con una agudísimo manejo del tiempo y un magistral dominio del espacio, para así regresar al mundo de los monstruos.
En su más reciente cinta, el versátil cineasta de origen malayo James Wan, responsable de la que quizá sea la mejor entrega de la saga Rápido y Furioso (Fast & Furious 7), continua explorando el archivo del matrimonio Warren, investigadores paranormales cuyo trabajo inspiró la lucrativa cinta El Conjuro (2014) y que ahora son llevados hasta Enfield, Inglaterra, para comprobar si las supuestos fenómenos que aterran a la familia Hodgson son auténticos o un fraude más.
Wan, así como el mentado Wazowski, se erige como un hábil orquestador de secuencias que inducen estados intermitentes de suspenso y horror, desde algo tan sencillo como un tren de juguete que sale de una oscura tienda de campaña hasta la sepulcral aparición de una tétrica monja.
Wan intercala secuencias creando una tensión recurrente en las poco más de dos horas de película.
A pesar de su solvencia e innegable eficacia en la construcción de sus secuencias, Wan se ve limitado a conseguir algo más meritorio al ceñirse a las constricciones del género y particularmente a las de esta saga.
Los sustos provienen de los mismos lugares, las mismas «sorpresas», los mismos sobresaltos y los mismos antagonistas, no habiendo lugar u oportunidad para explorar dentro de esa iluminada oscuridad.
Por otro lado, donde Wan busca ahondar, y lo hace con notable éxito, es en la relación entre los Warren (Vera Farminga y Patrick Wilson), que tienen momentos conmovedores en el marco de una cinta de género, particularmente la escena en la que Wilson interpreta a guitarra una canción de Elvis Presley con la intención de cambiar la vibra general de la casa de los Hodgson, logrando cautivar no solo a la familia, necesitada de un padre, sino también a su amada mujer y de paso, a la audiencia.
El Conjuro 2 funciona como una cinta que entrega justo lo que la audiencia espera y exige, siendo su papel limitarse a cumplir y no llevar a su audiencia por nuevos terrenos, es un camino que conocemos a la perfección, pero insistimos en tener un guía, uno que sepa hacer su trabajo.
Wan es un excelente guía, pero no un temerario aventurero, así como Mike Wazowski es un gran montador, mas no un temible monstruo.
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