Adrenalina pura, chingá. Esa es la característica principal que une a los bien denominados «deportes extremos», los cuales aún no tienen sus propias Olimpiadas Extremas —que estarían rechingonas—. Probablemente no haya tal evento mundial por la dificultad y peligrosidad que implican practicar estos deportes, además de que carecen de una puntuación que no sea la de sobrevivir.
Si tuviste una buena infancia y viste Avatar: La leyenda de Aang (2005-2008), a continuación nos basaremos en los 4 elementos —agua, tierra, fuego y aire— para identificar a los deportes más extremos.
Agua
Si lo tuyo es mojarte, tanto literal como figurativamente, los deportes extremos acuáticos que puedes intentar son el surf y el rafting. El primero es como skatear pero en el mar —agarrar las olas, hermano— y hacer movimientos vistosos sin caer al agua; lo riesgoso del asunto tiene que ver con el poder del océano que nunca hay que subestimarlo, así como de los tiburones —que es más probable morir en un coche pero bue…
Y el segundo, que además es en equipo y con equipo, se trata de dominar los ríos rápidos y empedrados a bordo de una balsa y remar con fuerza y destreza; el pedo de los rápidos es que no se ve lo de abajo como piedras o troncos, por lo que de a huevo necesitarás usar casco y chaleco.
Tierra
Aquí no se trata de ver si puedes bailar «el gusano» —que tu tío insiste en que sí puede— sino en despegarte del suelo y ver qué haces en ese pequeño tiempo en el «aigre». Ejemplos clásicos son el alpinismo o el motocross, así como el, ya no tan reciente, parkour.
El alpinismo es uno de los deportes extremos por excelencia: dominar las alturas para llegar al punto más alto —hola, ¿Everest?—, mientras aguantas diversas condiciones climáticas y la falta o exceso de oxígeno.
Lo extremo del motrocross tiene que ver con los saltos a gran velocidad en un circuito al mismo tiempo que compites con otros, por lo que los accidentes están, literal, a la vuelta de la esquina —si a eso le agregas hacer una que otra pirueta pues con mayor razón.
En cambio el parkour es la mejor manera de comprobar que somos gelatina a comparación de cualquier otra estructura: un mal cálculo en el salto o en la fuerza para poder dar la vuelta, puede significar desde un buen chingadazo hasta la parálisis o la muerte. Y si le quieres subir de nivel, está el parkour de rascacielos, o sea, treparte a un edificiote y saltar de aquí para allá.
Fuego
Aquí sí le pondremos asterisco porque bien nos dijo nuestra jefecita santa: «Si juegas con fuego, te vas a quemar». Así que no se pasen de pendejos, por favor.
Aire
Vuela, vuelaaaa. O cómo aventarse y no morir por el efecto de la gravedad. Paracaidismo, salto en bungee, parapente o simplemente volar con traje aéreo. Con todos implica sentir las fuerzas G —como cuando te trepas a una montaña rusa—, la velocidad del aire, mientras registras en tu cabeza los hermosos paisajes que ofrece nuestro planeta y, literal, cambiar tu perspectiva de él. Todos dicen que les cambia la vida, pero si uno padece de acrofobia —miedo a las alturas— pues ya bailó.