En 1963, Edward Gorey publicó un tríptico memorable con el irónico título colectivo La fábrica de vinagre: Tres tomos de enseñanza moral. Dos de los libros se ocupan de trágicos destinos infantiles y son un modelo de transgresión: un muestrario alfabético de finales prematuros en cuya portada la Parca posa junto a un grupo de niños antes del viaje definitivo, y una historia de tentación, rapto y prácticas rituales.
En el tercero no hay palabras, y la protagonista es una casa. De tan peculiar colección, recuperamos el siguiente texto sobre este inquietante escritor y dibujante.
Edward St. John Gorey nació el 22 de febrero de 1925 en Boston. A los tres años y medio aprendió solo a leer; a los cinco leyó Drácula, a los siete Frankenstein y a los ocho todas las novelas de Victor Hugo. Hizo los estudios primarios —era tan precoz que se saltó el primer año y el quinto— en la escuela activa Francis W. Parker, donde tuvo un buen profesor de dibujo. Al terminar la enseñanza secundaria asistió un semestre al Art Institute de Chicago.
En 1946, después de cursar el servicio militar como oficinista en una base del Ejército de los EE. UU. —en el desierto de Utah—, entró a Harvard, donde estudió francés y compartió habitación durante dos años con Frank O’Hara, quien llegaría a ser el más célebre poeta de la Escuela de Nueva York. Desde el comienzo llamó la atención por su aspecto y sus excentricidades: era muy alto, llevaba flequillo aplastado sobre la frente como un emperador romano y los dedos cargados de anillos, y tenía una manera histriónica de hablar. Una amiga lo recuerda con las uñas de los pies pintadas de verde caminando descalzo por la calle.
Entre él y O’Hara, dandies extravagantes del campus, decoraron la habitación con muebles blancos de jardín y usaron una lápida de un cementerio cercano como tapa de la mesa. A fines de los años 40, apoyados por algunos profesores de la facultad y con otros jóvenes como ellos, formaron el Poets’ Theater de Cambridge. Unos escribían, otros actuaban y Gorey hacía los decorados.
De Harvard a nueva York
En 1953 se mudó a Nueva York y empezó a trabajar en la editorial Doubleday como diseñador de portadas para las reediciones de clásicos modernos: Kafka, Proust, Conrad, Gógol, y como ilustrador de libros de autores tan diversos como Edward Lear, T. S. Eliot, Samuel Beckett, Virginia Woolf, Charles Dickens, H. G. Wells, John Updike. Ese año escribió, ilustró y publicó su primera obra: The Unstrung Harp.
Al principio no encontró muchos lectores. Seis editores sucesivos lo aceptaron y lo abandonaron. Decidió entonces crear su propio sello, Fantod Press, y hacer ediciones artesanales de los libros que otros no estaban dispuestos a publicar.
En 1967, Andreas Brown, gran admirador de Gorey, compró Gotham Book Mart, legendaria librería neoyorquina de Frances Steloff, y desde allí, empezó a difundir su obra. No sólo vendía sus libros, almanaques, pósters y objetos: le organizaba firmas y exposiciones, y llegó a editar quince de sus libros. Entre 1956 y 1979, vestido con un largo abrigo de piel de mapache, zapatillas de tenis, una gruesa bufanda y un collar, asistió a todas las funciones y a muchos de los ensayos del New York City Ballet. Admiraba profundamente las ideas del coreógrafo de origen ruso George Balanchine y a algunas de las bailarinas. Al morir Balanchine, en 1983, privado de su principal interés cultural, decidió irse de Nueva York.
Para seguir leyendo sobre la historia de este personaje y conocer los detalles de sus últimos años de vida, lee el artículo completo en la versión impresa de Algarabía 95.
Marcial Souto Tizón nació en La Coruña, España, en 1947. Es escritor y director de revistas y colecciones literarias —labor que ha desempeñado en España, Argentina y Uruguay—, así como traductor de autores en lengua inglesa como Philip K. Dick, Brian Aldiss y, desde luego, Edward Gorey.
1 Tomado de: Edward Gorey, La fábrica de vinagre: Tres tomos de enseñanza moral, Barcelona / Madrid: Libros del Zorro Rojo, 2010.