En una encuesta reciente realizada en el Reino Unido, Winston Churchill resultó ser el personaje histórico que los ingleses definirían como su emblema nacional —incluso por encima de William Shakespeare—. Ésta es una brevísima semblanza del hombre que definió el rumbo de la ii Guerra Mundial y la reconstrucción de la nación británica.
—Primera de dos partes—
12 de octubre de 1899, Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Un tren del Ejército Británico, al mando del general Aylmer Haldane, es descarrilado por rebeldes bóeres —de origen neerlandés— quienes querían fundar territorios independentistas en Sudáfrica. Un joven pasajero toma el mando de inmediato: logra coordinar la reparación de la vía y la locomotora, transportar a los heridos a un área segura, e incluso, combatir a los bóeres; pero durante el enfrentamiento, este joven, corresponsal de The Morning Post, es capturado.
Ya en el campo enemigo, el joven corresponsal se las ingenia para escapar, pero se le acusa de abandonar al general Haldane a su suerte. Por ello, pronto empiezan a circular carteles en los que se ofrecen 25 libras esterlinas de recompensa por la captura, vivo o muerto, de «un tal Churchill».
Un hombre de acción
Aunque la mayoría recordamos a Winston Churchill como Primer Ministro, a cargo de la milicia inglesa, en realidad ése fue uno de los últimos logros de su carrera política y militar durante la ii Guerra Mundial, pues asumió ese cargo a los 65 años, luego de toda una vida de altibajos poco conocidos.
Winston Leonard Spencer-Churchill nació el 30 de noviembre de 1874, en el guardarropa del Palacio de Blenheim, Oxfordshire, porque sus padres habían sido invitados a un lujoso baile. Esta forma inminente de llegar al mundo —con sólo ocho meses de concebido— pareciera haberlo acompañado de por vida: siempre fue un rebelde con dificultades para respetar cualquier ley o autoridad, a pesar de las innumerables palizas que recibía como «correctivo».
«Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones»
Aunque sus padres provenían de familias adineradas —su padre era hijo del séptimo duque de Marlborough, y su madre era hija del millonario estadounidense Leonard Jerome—, cuando Churchill cumplió 19 años, su padre murió dejando una «fortuna familiar» que apenas alcanzó para cubrir las deudas pendientes. Con el pretexto de «ayudar a los gastos familiares», el joven Winston aprovechó los contactos de su madre para conseguir trabajo como corresponsal de prensa en zonas de conflicto. Así, desde 1895 visitó Cuba, la frontera afgana de la India, Sudán —donde también participó como soldado— y Ciudad del Cabo.
Gracias a sus crónicas militares pronto cobró cierta fama y se convirtió en uno de los periodistas mejor remunerados de su época; como Churchill prefería estar cerca de la acción militar, formaba parte de ella a la menor provocación.
De las armas a la política —y viceversa—
Cuando se aclaró que Churchill no había abandonado al general Haldane, sino que éste no había podido brincar una cerca para escapar del campo enemigo, de inmediato se le consideró un «héroe nacional» por sus resultados en combate. Por ello comenzó a impartir conferencias. En una de ellas, el escritor Mark Twain —quien sentía una profunda admiración por este joven de 26 años— lo presentó de modo profético: «He aquí un héroe de cinco guerras, autor de seis libros y futuro Primer Ministro de Inglaterra».
Luego de su gira de conferencias, Churchill fue invitado a la Cámara de los Comunes por el partido conservador; pero al poco tiempo se alió con los liberales, algo hasta entonces insólito en la política londinense y, por lo mismo, causó un gran escándalo. En 1908 Churchill, además de casarse con Clementine Hozier, asumió la cartera ministerial de Comercio, en la que desarrolló una política de protección para los desempleados y leyes que favorecieran la equidad de salarios.
En 1911, fue nombrado ministro de Marina. Durante su gestión puso fin a la dispersión de los buques y eliminó toda maniobra que «no brindara beneficios»; impulsó la construcción de acorazados, submarinos y cañones más grandes, y sustituyó las calderas de carbón por las de aceite. La i Guerra Mundial estalló antes de que sus detractores pudieran cuestionar sus gastos armamenticios, y las modificaciones de Churchill demostraron su eficacia en combate. Cuatro años más tarde, cuando sus flotas desembarcaron en la península de Gallipoli, Turquía, las bajas en las fuerzas de la Commonwealth superaron los 200 mil soldados.
Debido a esto, Churchill renunció a su cargo y se presentó a luchar personalmente en las trincheras hasta que, un año más tarde, el Primer Ministro lo nombró ministro de Armamento —impulsó la fabricación de tanques y carros de combate— y más tarde de Guerra y Aeronáutica; en esta última propuso la creación de la primera fuerza aérea del mundo: la Royal Air Force.
Para saber más de la postura radical de este personaje ante los comunistas, Gandhi y cómo frustró los planes de los nazis, lee el artículo completo en Algarabía 94.