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De corales fantasma y especies invasoras: Pokémon

por Víctor Ángel Pérez Guzmán

Años antes de que la urbanización dominara su natal pueblo de Machida, en Tokio, Japón, un tal «Dr. Bicho» coleccionaba insectos que atrapaba durante sus expediciones. Aunque claro, de doctor no tenía el título, era el sobrenombre de un niño maravillado ante la variedad que la naturaleza le ofrecía.

El Dr. Bicho no es otro que Satoshi Tajiri, creador de Pokémon, acrónimo de ‘monstruos de bolsillo’ en inglés —pocket monsters—. Satoshi creó estos juegos partiendo de la base de explorar, conocer el mundo y su biodiversidad, ya que mientras la urbanización reducía las áreas verdes, los niños perdían la posibilidad de sentir esa misma emoción que él disfrutaba en sus expediciones.

Pasatiempo convertido en fenómeno mundial

Durante su adolescencia Satoshi se volvió un apasionado de los videojuegos, tanto que fundó Game Freak, una revista autopublicada en la que daba consejos y mostraba curiosidades de diversos títulos. Hacia finales de los 80, inconforme con la calidad de los videojuegos del momento, él y Ken Sugimori —su ilustrador y futuro diseñador de Pokémon— decidieron que escribir no era suficiente. Así, Game Freak pasó de ser una revista a un estudio de desarrollo de videojuegos. Su calidad rápidamente los colocó en el radar del gran titán de la época, Nintendo.

En 1990, Satoshi hizo su propuesta de Pokémon a Nintendo, aunque la leyenda cuenta que los ejecutivos se quedaron en blanco al no entender del todo el concepto, aun así, confiaron en el Dr. Bicho y aprobaron su proyecto; incluso el mismísimo padre de Super Mario Bros., Shigeru Miyamoto, decidió ser su mentor.

Satoshi Tajiri con un peluche de Pikachu.

Empieza el legado

El concepto, o lo que llegó a nuestras manos, es algo así: los «pokémon» —con mayúscula cuando hablamos de la franquicia, con minúscula cuando hablamos de los monstruos— son criaturas con diseños inspirados en seres vivos —animales y plantas, principalmente—, objetos inanimados y criaturas mitológicas. Junto con el «Profesor» experto de cada juego tenemos que completar el Pokédex, una enciclopedia de la biodiversidad de la región que habitamos y convertirnos en el mejor entrenador de la misma. Para ello hemos de “capturarlos”, convertirnos en compañeros y ayudarlos a «evolucionar», el equivalente de una metamorfosis real e instantánea. Además, pelear contra organizaciones malvadas y salvar el mundo, pero dejemos eso de lado por el momento.

Seis años después, Game Freak estrenaba Pokémon Red y Pokémon Green (1996), y la industria del entretenimiento no volvería a ser igual. La salida de los juegos principales, que vienen en pareja, marca el inicio de una nueva «generación» —en 2022 comenzará la novena generación—, ambientada en regiones inspiradas en locaciones reales, como Japón, Francia, Reino Unido y próximamente, Iberia —España y Portugal.

Desde el principio

Afortunadamente, la franquicia ha atraído a creativos que, al igual que Satoshi, se preocupan por el impacto que las personas tenemos en el medio ambiente y, en mayor o menor medida, los juegos han intentado hacer conciencia del daño que provocamos a nosotros mismos y a nuestros compañeros de aventura, es decir, el resto de los seres vivos.

Desde Red y Green —y Blue, fuera de Japón—, Game Freak ha hecho esfuerzos por hacernos ver los peligros de nuestro crecimiento acelerado, uso excesivo de recursos y poco respeto por la naturaleza. En estos primeros juegos teníamos a monstruos como Grimer y Koffing, cuyo diseño y comportamiento estaban determinados por su relación con la contaminación. Atraídos a las grandes urbes, se alimentaban de los desechos generados por la población, convirtiéndolos a su vez en problemas de salud pública.

Koffing (arriba) y Grimer (abajo).

Si bien pokémon con este tipo de diseño no son raros, Game Freak rara vez iba más allá, pero desde la sexta generación diseños e historias dieron un gran salto en cuanto al mensaje que intentan transmitir.

Secuelas conscientes

Por ejemplo, en los juegos de la Segunda generación, Gold y Silver (1999), conocimos al pokémon coral, Corsola, que con su bello color rosa —o azul— y una gran sonrisa nos recordaba lo hermosos que pueden ser los arrecifes de coral en nuestros océanos. Años más tarde, en los juegos de octava generación, Sword y Shield (2019), se nos presentaba una «forma regional» de Corsola, pero en lugar de sus hermosos colores, nos mostraba un tétrico blanco, una expresión depresiva, y sus característicos cuernos tenían más bien un aspecto fantasmal.

Galar, la región de la Octava generación, está basada en Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial. Este proceso, de mediados del siglo XVIII a inicios del XIX, fue un periodo de cambio en los métodos de producción que generó enormes avances económicos, científicos, tecnológicos y sociales. Sin embargo, la contaminación consecuente trajo profundas heridas en el medio ambiente, la cual, casi 300 años después, sigue causando estragos.

Corsola original (abajo) y Corsola galariano (arriba)

La forma galariana de Corsola no disimulaba su crítica, su descripción en el Pokédex, era clara: «Corsola, que no aguanta vivir en aguas contaminadas, habitaba felizmente Galar, pero un cambio climático drástico en la región lo había extinguido, dando origen al fantasmagórico Corsola de Galar». Por si fuera poco, su forma evolucionada —Cursola, del inglés curse, ‘maldición’— mostraba su cuerpo roto y simplemente quedaba una pequeña base de la cual salía el fantasma de un coral.

¿Más real que la ficción?

Pero no tenemos que usar la ficción del videojuego para ver corales fantasmagóricos, basta con voltear a nuestros océanos y averiguar sobre el blanqueamiento de corales, un fenómeno que ocurre, entre otros motivos, debido al cambio climático.

Los corales que forman arrecifes viven en aguas claras, formando uno de los ecosistemas más complejos y vitales del planeta. Estos pequeños animales conocidos como pólipos mantienen una relación muy estrecha de beneficio mutuo con algas llamadas zooxantelas, mismas que les dan sus vibrantes colores. Sin embargo, si el coral se estresa, como cuando la temperatura del agua aumenta, este expulsa las algas, y si las condiciones no cambian, el coral muere. Quedando tan blanco como el Corsola de Galar.

Coral blanco.
Fotografía de Ahmed Areef en Unsplash.

Paralelismos invasores

El cambio climático no es el único problema del que Game Freak nos intenta hacer conscientes. Un ejemplo muy interesante es el de las especies invasoras, o cómo los seres humanos influimos, queriéndolo o no, en la distribución geográfica de ciertas especies.

Cuando disfrutamos la Séptima generación, con Sun y Moon (2016), nos encontramos en Alola, las paradisiacas islas inspiradas en Hawái, donde existía una forma regional de Exeggutor, un pokémon palmera que conocíamos desde los primeros juegos. La sorpresa era que esta nueva forma, de gran altura y mucho más energética y bella, es la especie original. La variante chaparrita y no tan estética era resultado de su introducción fuera de su región de origen, ya que, al no recibir los mismos nutrientes, simplemente no podía llegar a su misma magnificencia.

Exeggutor de Alola (izquierda) y Exeggutor normal (derecha)

Chiquitos pero numerosos

Alola también tenía problemas de especies invasoras, evidentemente basadas en la realidad. Rattata, el pokémon rata, había llegado a las islas como un polizón en los barcos y rápidamente se había reproducido y dominado diversos hábitats. Para combatir esta invasión la gente importó al pokémon mangosta Yungoos para que lo cazara. A su vez, Meowth, un pokémon gato, había sido introducido a las islas como un regalo para la realeza. Años después las tres especies podían verse de forma regular, tanto o más que si fueran una especie local, muy probablemente acabando con algunas de ellas en el proceso.

Estos últimos ejemplos son realidades provocadas por acción humana. Tanto ratas y ratones como gatos se han convertido en problemas serios para la salud y biodiversidad mundiales. Los roedores no solamente son reservorios de diversas enfermedades que pueden transmitir al ser humano, afectan a nivel económico debido a su búsqueda incesante de alimento y refugio. Debido a ello, pueden afectar la biodiversidad de especies vegetales de las cuales se alimentan, y de las especies animales contra las que compiten por alimento y territorio.

Yungoos (izquierda), Meowth de Alola (centro)
y Rattata de Alola (derecha)

Por su parte, los gatos domésticos, excelentes cazadores natos, son responsables de la muerte de millones de animales silvestres al año afectando la biodiversidad a nivel mundial. Diversos movimientos han surgido intentando hacer conscientes a los dueños de los felinos del peligro que pueden representar sus mascotas, sin embargo, muchos permiten que sus michis salgan y cacen lo que quieran.

¿Crítica en exceso o a la medida?

Tal vez la crítica más controversial y menos sutil en Pokémon se dio en la Sexta generación, con el villano de los juegos X y Y (2013). Como mencioné en el concepto original, cada juego cuenta con una organización malvada que usa a los pokémon como armas o herramientas con fines egoístas, generalmente económicos o de dominio mundial. Pero X y Y nos presentaron un villano «ecoterrorista».

Según este personaje, los seres humanos gastan recursos naturales de forma incontrolable e insostenible, su solución era usar una superarma para deshacerse de la mayoría y crear un mundo responsable con el medio ambiente. El protagonista impide que su plan sea concretado y el juego nos deja con un mensaje positivo sobre nuestra responsabilidad con nuestro entorno, de tratar a todos como iguales y la importancia de la cooperación para hacer un mundo mejor.

Si bien el mensaje final podría parecer cursi, la intención de hacer conscientes a los jugadores del respeto por la naturaleza y su impacto en ella es invaluable. Ya si tienen éxito es tema aparte.

Consciencia Poké-ecológica

La influencia que Pokémon ha tenido en la vida de millones de personas alrededor del mundo es innegable, ya que no sólo nos ha dado la oportunidad de tener ese mismo sentimiento de asombro cuando se descubre un monstruo nuevo, o de verlo crecer hasta adulto, también ha dado un sentimiento de comunidad entre los jugadores.

Tal vez no haya vuelta atrás a la urbanización que poco a poco se apodera del mundo, pero si Pokémon puede incitar la conversación de qué podemos hacer para evitar casos como el del Corsola, o las consecuencias de la introducción de animales como con Meowth o Rattata, creo que el Dr. Bicho y los múltiples creativos en Game Freak, habrán trascendido su intención original y más que un sentimiento de asombro, nos dejarán de legado generaciones de niños y adultos más preocupados por el mundo que habitamos.

Planeta Tierra.

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