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Ahí les va una de gallegos

Anécdotas para divertirse en la sobremesa y botanearse con la ingenuidad de algunos.

Durante la Guerra Civil española, una gran cantidad de españoles emigraron
 a nuestro continente. Como muchos de ellos eran gente muy «rupestre» y sin estudios, los españoles —y por alguna razón los gallegos— adquirieron una fama que hoy sigue vigente.

Nunca es bueno generalizar, pero anécdotas como las siguientes —todas ellas verídicas— ponen en duda si los chistes que todos hemos oído son una exageración para provocar risas o argumentos basados en historias reales:

• Un compañero de la universidad era gallego y, cuando nos organizábamos para comer algo con tortillas, él siempre preguntaba —porque no fue una, ni dos, ni tres, sino todas las veces— por qué nadie agarraba la tortilla de encima, hasta que alguien le explicó que ésta siempre estaba fría. Él se quedó pensativo y, después de unos segundos, expresó con aire de superioridad: «¡Jo’er! Si serán brutos los de la tortillería: si nadie se come la tortilla de encima porque está fría, ¡¿para qué la ponen?!»

«Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible»

• El mismo compañero, en el elevador de la Biblioteca Central de la unam, aunque fuera al tercer, quinto
 o séptimo piso, siempre apretaba el botón de bajar, «pues pa’ que baje el elevador».

• Una noche, en un bar de «pinchos y tapas» madrileño, se me ocurrió pedir un campechano. Como el cantinero me miró como si le hablara en chino, le expliqué: en un vaso jaibolero, ponga hielos, ron, agua mineral y Coca-Cola; el hombre, incrédulo, me respondió: «No se puede». Y como insistí, él me salió con esto: «Es que no cabe, macho: si sirves el ron y el agua mineral… la Coca- Cola, ¡pues no cabe!».

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• En otro bar de Madrid le pregunté a un mesero: «Oiga, ¿lo molesto con un limoncito?»; a lo que me respondió: «Bueno, tío, depende de lo que haga con él…».

• La que es maravillosa es la del matador Jesulín de Ubrique —Jesús Janeiro— quien, al ser cuestionado sobre determinado tema, respondió: «Mire usté, yo a eso le voa respondé en dos palabras: Im presionante».

• O el otro matador, «Cagancho» —Joaquín Rodríguez Ortega—, que inmortalizó el sofisma: «Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible».

• Otra, un futbolista de la Real Sociedad que, ante la pregunta de si iban a vender el club donde él militaba, se quejó diciendo: «Pues es que ya no sé, tío: que si lo venden, que si no; tantas cosas que dicen, pues generan confusiones, y pues… esto genera el confucionismo».

• Una última: cuando visité la ciudad de Salamanca, caminaba por la Gran Vía y me detuve a preguntarle a un lugareño dónde estaba la plazuela de Alcalá. El desenfadado parroquiano me respondió: «¡Hombre! ¡Pues donde siempre ha esta’o! Y es que, ¡jo’er!, lo que Natura non dat, Salamantica non praestat1 Lo que la Naturaleza no da, Salamanca no lo presta. [Refrán popular.]».

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