Desde el siglo IV a.C. los estudiosos sabían que nuestro planeta era un cuerpo esférico, no sólo por los descubrimientos y las observaciones de los pensadores del Mediterráneo —entre ellos Eratóstenes,1 quien calculó la circunferencia de la Tierra en el siglo III a.C.— sino por otras razones sencillas para confirmar su «redondez»: entre ellas, la proyección de la Tierra en la Luna durante los eclipses, y el hecho de que cualquiera que se coloque frente al océano puede contemplar su curvatura.
Entonces, ¿por qué en la actualidad todavía hay quienes suponen que «Cristóbal Colón cambió el concepto que se tenía de la Tierra»? Todo surgió del libro Vida y viajes de Cristóbal Colón (1828), de Washington Irving, en el que se plantea que en la Edad Media «la gente pensaba que la Tierra era plana».
Colón lo único que intentó «probar» con su viaje fue que era posible llegar a Asia cruzando el mar; pero sus cálculos eran erróneos: de ahí que nadie quisiera financiar su viaje. De hecho, Colón pensaba que la Tierra tenía forma de pera. Con lo que nadie contaba —y de lo cual jamás se enteró Colón, pues él no pisó territorio continental— es que en medio existía otra masa continental. El resto «es historia».
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1 v. «Medidores de sombras» en La ciencia platicadita ii, México: Editorial Lectorum y Editorial Otras Inquisiciones; pp. 49-54.