Por fin se hizo justicia: el proceso contra Erzsébet —su nombre original— empezó por orden del rey Matías ii de Hungría tras la desaparición y muerte de una joven noble. Este terrible hecho se había hecho pasar por suicidio, en medio de una multitud de rumores que señalaban a la condesa como la culpable.
Mientras la condesa aguardaba una audiencia, un grupo de oficiales recolectó evidencia en su castillo. Encontraron huesos, cráneos y otros restos humanos, junto con ropa y efectos personales de las desaparecidas. Según uno de los testigos, «había cadáveres de adolescentes por todos lados, muchos sin ojos o sin brazos; uno de ellos estaba en la chimenea, ennegrecido, sin haberse consumido totalmente; algunos estaban enterrados en tumbas poco profundas alrededor del castillo».
Los reportes oficiales minimizan la cifra y afirman que sólo existen elementos para probar unos 80 asesinatos; sin embargo, los reportes de desapariciones y las estimaciones de los oficiales que catearon su domicilio, confirman que la condesa habría matado a unas 600 niñas y jóvenes, que eran atraídas con la promesa de trabajo en el castillo.
Se le halló culpable de la muerte de más de 600 doncellas.
Ya en la privacidad de su sótano, la condesa les clavaba agujas y tijeras en la piel, barras de hierro al rojo vivo en las plantas de los pies, les cortaba los dedos de pies y manos, las mordía hasta desprenderles trozos de piel y carne, o simplemente las golpeaba hasta amoratar la piel y ocasionarles la muerte. Hay fuertes rumores que justifican tales crueldades argumentando que la noble siempre ha padecido desórdenes mentales, pero otras voces aseguran que todo es parte de rituales de brujería en los que la sangre es un elemento primordial, pues la condesa está obsesionada con la idea de que el fluido vital puede prolongar indefinidamente su belleza. No existen elementos para afirmar o negar ninguna de las dos hipótesis.
Escudada por la nobleza e influencia de su apellido, cometió los más horribles crímenes; hoy, es la asesina serial con más víctimas a sus espaldas.
La Suprema Corte del reino de Hungría llamó a numerosos testigos, incluyendo familiares de las muertas e, incluso, algunas sobrevivientes; pero el principal testimonio vino de los sirvientes, quienes habían sido cómplices de la condesa en sus crímenes. Estos confesaron toda la verdad con tal de obtener clemencia. La condena impuesta informalmente a la condesa Elizabeth Báthory fue la de permanecer encerrada en los aposentos en su castillo, con las puertas y ventanas tapiadas. De poco le valió su alto rango nobiliario a esta asesina…
