Colorea tu mandala —símbolo del cosmos y la eternidad, que ayuda a recobrar la calma interna— con las tonalidades que tu interior e intuición elijan.
Cuando lo estés pintando, no pienses en llegar a la perfección: libérate de todo pensamiento y disfruta del movimiento de tus manos.
Cuando termines, admira lo que has hecho, concéntrate en los colores, deja que el mandala
te hable y disfruta de la relajación y el equilibrio que has alcanzado, y del rato contigo mismo.
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