A los 26 años, luego de una enfermedad infecciosa, quedó sorda; una tragedia para cualquier tenista profesional, pues el sonido de la pelota al golpear el piso o la raqueta es sumamente importante para jugar. Pero no para Charlotte Reinagle Cooper, que aún y sin esta cualidad fue la primera mujer medallista olímpica de la historia.
Nació en 1870, en un condado a las afueras de Londes: Ealing. Desde pequeña, «Chattie», como era apodada por sus seis hermanos, mostró su gusto y prestancia para el tenis. Su primera educación deportiva tuvo lugar en el Ealing Lawn Tennis Club, bajo la tutela del tenista profesional —también medallista olímpico— Harold Mahony.
Según declaró en una entrevista posterior, el partido más importante de su vida lo jugó a los 14 años. Ese día «mi madre me vistió con el mejor de mis vestidos. Me fui al club el sábado por la tarde para jugar la final muy tranquila, sin nervios. Ganar fue algo que me marcó porque nunca había jugado un partido de esa importancia», recordó.
Sus dotes y disciplina le abrieron las puertas de Wimbledon, quizá la competencia tenística más importante. En esa ocasión, Cooper sería derrotada en semifinales por Blanche Bingley, otra leyenda del tenis británico. Sin embargo, en 1895, a los 25 años de edad, «Chattie» ganó en el campeonato, todo un hito para su carrera. Luego de ello, Cooper seguiría con sus éxitos a lo largo y ancho de Europa.
A partir de 1895, Wimbledon fue prácticamente suyo, pues ganó este campeonato en 1896 —cuando ya era sorda—, 1898, 1901 y 1908. En total, disputó 21 torneos en esa cancha. Su última victoria, la de 1908, la obtuvo a los 37 años de edad, ya toda una veterana del tenis.
Pero lo que sin duda inscribiría su nombre en la historia del deporte fue el haberse convertido en la primera mujer medallista olímpica, en París 1900. En la historia de los Juegos Olímpicos, la edición de ese año se recuerda por haber sido un completo desastre logístico; no obstante, la cosecha de medallas de Cooper fue sobresaliente, pues además de la medalla de oro en tenis, también obtuvo otra en la modalidad de dobles mixtos.
En 1966, Cooper murió, tenía 96 años; nunca dejó de asistir a sus entrenamientos y competencias en bicicleta. Al morir, su hijo Rex declaró que no pudieron encontrar ninguno de sus numerosos trofeos. «Quizá se los regaló al jardinero», afirmó.