Tras el golpe de estado del 12 de septiembre de 1980, la cárcel de Diyabakir se convirtió en prisión militar… y en puerta al infierno. De 1981 y 1984, tiempo que duró la época más oscura tras sus muros, cientos de presos fueron torturados física y emocionalmente, y asesinados u orillados al suicidio. Aunque la «época de barbarie» pasó, la prisión aún rompe con varios de los estatutos básicos humanitarios ⎯ejemplo de ello, su sobrepoblación, la falta de atención médica a los internos, discriminación y censura mediática⎯. Diversas propuestas han surgido para convertir la prisión en una institución educativa o cultural, pero hasta ahora ninguna ha sido aprobada y ésta continúa operando.
«Cada celda era de 1.8 metros de profundidad y 0.7 de ancho. La cama, a 30 centímetros del suelo, medía poco menos de medio metro de largo. Cuando la puerta estaba cerrada, sentía que estaba dentro de un ataúd; no podía dar más de dos pasos en la celda, no podía siquiera extender mis brazos.»
Mehdi Zana, «Lo que atestigüé en la cárcel de Diyabakir»; junio 26 de 1998.