En origen, así se llamaba un juego
de azar que consistía en agitar los dados dentro de un cubilete para acertar los números de una rifa; asimismo, se le conoció con ese nombre a un pez comestible originario del lago de Chapala. Hoy en día, quienes aún reconocemos esa palabra la vinculamos con un vehículo antiguo cuya maquinaria apenas se puede encender, y cuyo estado deprimente y desgastado debería ser motivo de urgente reciclaje: una auténtica chatarra.
Carcamán es algo viejo, pesado, torpe en el andar, sin agilidad ni soltura en sus movimientos.
La palabra deriva de carcamal —del cárcamo o cárcavo—: «persona decrépita y achacosa». Se cree que proviene del italiano carcame, ‘esqueleto’ y que a su vez su significado estuvo vinculado con el carcaj: funda de cuero en el que se llevaba el rifle al arzón de la silla de montar.
En el norte de España se llegó a usar como sinónimo de contrabandista, y en Guatemala como equivalente de sirvienta. Aunque su uso es cada vez más escaso, no falta hoy quien grite en pleno tránsito citadino: «¡Muévete, cabrón, pareces carcamán!»
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