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Caprichoso, veleidoso, veleta y voluble

Veleta, ni sabes a dónde vas, ni entiendes lo que es amor. Tu única ley: el palo que te sujeta...

Lo conocí, no me acuerdo cuándo, pero recuerdo que la primera vez que salí con él fue un jueves en el que acordamos comer en un restaurante de la zona de Santa Fe de la Ciudad de México —muy ejecutivos los dos—. Él, cliente inmobiliario; yo, proveedora de servicios lingüísticos —como quieran verse—. No había pasado más de media hora y escasos tragos de la primera copa de tequila cuando ya me tenía completamente en sus manos. No saben lo maravilloso: inteligente, guapísimo, educado, con un cuerpito como retocado con Photoshop, que además me escuchaba, era cool pero atento, con una plática superinteresante, reía, me observaba, en fin. Aún recuerdo que, después de la cita, me llamó varias veces en menos de una hora para ver si había llegado con bien, y eso cerró con broche de oro la tarde.

Unas cinco o seis citas más en ese mismo tenor y unos besos furtivos en el coche me atraparon definitivamente; sin embargo, no maginaba ni lejanamente lo que me esperaba: una montaña rusa de subidas y bajadas, una historia de ires y venires sin ton ni son, jueguitos como de niño de 3 años. Todo lo amoroso de un día se convertía en desdén y mala onda al otro. Una veleta de canción, letra por letra. Primero besos, luego culpa; cariñitos seguidos de indiferencia; cercanía y, en medio minuto, lejanía. Y cada vez que estaba a punto de mandarlo a la goma, de nuevo amor y ternurita. Y así pasaron los días y los años, y cuatro años después, casi «me recogen con cuchara».

Y cuando oía la canción de Lucerito se me salían las lágrimas: «Fuego y amor ayer noche, hoy sólo frío y desdén, ¿o es que tu amor como azúcar se disuelve en el café…?». Y por eso estoy aquí ya recuperadita —esta historia es agua pasada— definiendo estas palabrotas que le quedan como guante, y para ello me valgo del Diccionario de uso del español de Moliner y del DEM, sobre todo, porque es el diccionario del español mexicano con el que todos nos identificamos y porque tiene ejemplos buenísimos.

Caprichoso

Propenso a tener caprichos. Inconstante en sus gustos o deseos, dice Moliner; el DEM, por su parte, afirma: «Que actúa arbitrariamente, sin rigor o siguiendo móviles aparentemente injustificados».

Yo no le había hecho nada malo. Me abandonó porque sí; por caprichoso, por cruel, por egoísta.

Veleidoso

Inconstante, inconsistente, nos dice Moliner; según el DEM, «que es inestable o cambia siempre».

Serás muy guapo, pero lo veleidoso te afea.

Veleta

Moliner lo aplica a la persona voluble o inconsistente. En México, «ser una veleta» es ser alguien inconstante en su comportamiento o en su actitud.

Enriqueta es una veleta: ayer se persignaba y hoy es atea.

Voluble

En el Moliner, la definición es: «arbitrario, deliberado, discrecional, espontáneo, facultativo, graciable, libre, optativo, potestativo, voluntario». De acuerdo al DEM, «que cambia o varía con frecuencia, especialmente la persona que cambia de ideas o de sentimientos con gran facilidad: una mujer voluble». O un hombre, digo yo, como el que ahora veo de lejos pero que por graciable, optativo, discrecional, inconstante e «hijito del mais», casi acaba conmigo.

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