Es una palabra compuesta por boto —«tonto»— y patarata —«mentira» o «ridiculez»—, que designa a alguien alborotado y de poco juicio.
En Latinoamérica tiene también la acepción de «derrochador», resultado de la etimología popular de botar o tirar el dinero; lo que es una prueba más de la vigencia del término: un gobernante botarate, ¡no es sino un majadero y un mentecato!