La información es imprescindible para cualquier actividad humana —desde aprender a hacer un arroz, con dos tantos de agua por cada tanto de arroz, hasta lanzar un cohete al espacio—. La acumulación de esa información nos ha permitido tornar más eficientes diversos procesos y «subirnos a hombros de gigantes» cada vez que intentamos aprender algo nuevo o crear nuevos conocimientos.
Desde el cierre del siglo XX hasta la fecha, la inclusión de elementos computacionales nos ha permitido acceder y crear información por montones, además de tenerla siempre al alcance de nuestra mano —con celulares conectados a Internet todo el día, todos los días y casi en cualquier lugar—. A este proceso de transformación social se le conoce como «sociedad de la información», un fenómeno equivalente a la transformación universal que surgió con la Revolución Industrial.
En esta creciente sociedad de la información, la biblioteca digital retoma la premisa de las bibliotecas públicas —que surgieron como espacios que dialogan con las comunidades a las que pertenecen y ofrecen la información que los ciudadanos necesitan para desarrollarse—; la diferencia es que, esta vez, las bibliotecas pueden expandir sus límites tanto de volumen de información como de alcance a usuarios y personas de diversas culturas.
De mediatecas a bibliotecas digitales
Antes de las bibliotecas digitales, durante los años 80, primero en Europa y luego en el mundo, se desarrollaron las mediatecas a partir de dos fenómenos sociales:
- La popularización de nuevos medios para transmitir información (media, fototeca, filmoteca, videoteca, diapoteca, iconoteca, fonoteca…).
- El declive del libro y el papel como fuente única de conocimiento culto o académico.
Para los años noventa, la diversidad de soportes y espacios especializados en alguno de ellos proliferaron en los entornos académicos y culturales, y éste fue terreno fértil para la creación de mediatecas, espacios que albergaban, clasificaban y ponían a disposición del público información soportada por medios digitales que fueron evolucionando en tres fases:
- Bibliotecas electrónicas: son aquellas que cuentan con catálogos de búsqueda, tienen procesos de servicio bibliotecario automatizado y su información aún se alberga en un espacio físico.
- Bibliotecas virtuales: además de tener servicios automatizados, cuentan con un acervo disponible en formato virtual, cuya información ya no necesita un espacio físico de almacenamiento más allá de los servidores.
- Bibliotecas digitales: estas bibliotecas no son entidades individuales, sino que están vinculados por redes tecnológicas, el acceso a su acervo es universal y tiene como objetivo principal difundir la información de forma eficiente y económica en todos los sectores de la sociedad.
La sociedad de la información necesita múltiples bibliotecas digitales, operativas y actualizadas para nutrirse y desarrollarse democráticamente. Los ciudadanos necesitan acceder de forma libre a estas bibliotecas para aprender a ejercer sus derechos y responsabilidades y, a la fecha, tiene un mucho mayor alcance poblacional que las bibliotecas físicas.