¿Qué es el arte? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es el «buen gusto» y la moda? El análisis y los intentos de respuesta a estas interrogantes han sido y seguirán siendo materia de tratados amplios, tesis doctorales y sesudas discusiones, que rebasan por mucho el alcance y el espacio disponible en estas páginas. Sin embargo, un buen indicio para adentrarse en esta exploración estética es el estudio de los cánones estéticos de belleza femenina y masculina que podemos ver plasmados en las obras de arte de distintas épocas.
Hermoso—junto con agraciado, bonito, sublime,maravilloso, soberbio y otras expresiones similares— es un adjetivo que usamos a menudo para indicar que algo nos gusta. En ese sentido, parece que lo que es «hermoso» es también «bueno» y, de hecho, en varios periodos históricos existía una relación estrecha entre ambos conceptos.
Belleza y deseo
Si juzgamos esta cuestión desde el punto de vista de nuestra experiencia cotidiana, nos daremos cuenta de nuestra tendencia a definir como «bueno» no sólo aquello que nos gusta, sino también lo que nos gustaría tener para nosotros.
Existe un número infinito de cosas que consideramos «buenas», como un amor consumado, la riqueza honesta o los modales refinados, y en esos casos nos gustaría poseer tales bienes. Un bien, entonces, es aquello que estimula nuestro deseo. Otras veces,
describimos como «bueno» algo que cumple con un principio ideal, pero que implica sufrimiento, como la muerte gloriosa de un héroe, la devoción de quienes cuidan leprosos, o el ejemplo de los padres que sacrifican sus vidas para salvar a sus hijos. A menudo, al calificar estos actos virtuosos, que preferimos admirar antes que realizar, hablamos de un acto «hermoso».
Si reflexionamos sobre la actitud desvinculada que nos permite definir como «hermoso» un bien que no despierta nuestro deseo, nos daremos cuenta de que hablamos de belleza cuando nos referimos a algo que disfrutamos por lo que es, independientemente de si lo poseemos o no: algo «hermoso» es algo que nos haría feliz si fuera nuestro, pero que sigue siendo hermoso incluso si pertenece a alguien más.
Una persona que muere de sed y se encuentra con un manantial, se apresura a beber de él sin contemplar su belleza; eso podrá hacerlo después, una vez que haya saciado su sed. Esto explica en qué punto el sentido de la belleza se distingue del deseo.
Podremos encontrar seres humanos y juzgarlos hermosos, incluso si no los deseamos sexualmente o si sabemos que no pueden ser nuestros. Pero si deseamos a un ser humano —quien incluso puede ser feo— y no podemos tener con él o ella el tipo de relación que quisiéramos, entonces sufrimos.
Belleza y arte
Una pregunta previsible es: en este texto, ¿por qué la historia de la belleza se documenta sólo a partir de obras de arte? La respuesta es: porque, a lo largo de los siglos, han sido los pintores, poetas y novelistas quienes nos han hablado de las cosas que se han considerado hermosas, y sobre todo, han sido quienes nos han dejado ejemplos y testimonios.
Es sólo cuando los artistas retratan graneros, herramientas o gente usando determinada ropa que podemos asumir que están tratando de decirnos algo acerca de los ideales de belleza admirados por los artesanos de su tiempo.
Este artículo parte del principio de que la belleza nunca ha sido absoluta ni inmutable, y se ha observado desde distintos aspectos de acuerdo con el periodo histórico y la región. Y esto no se refleja sólo en la belleza física, de los hombres, las mujeres o el paisaje, sino también en la belleza de Dios, de los santos o de las ideas.
Aun así, debemos saber que, aunque las imágenes creadas por pintores y escultores celebraban un tipo de belleza —de seres humanos, de la naturaleza o de las ideas—, la literatura, por su parte, podía considerar bello otro estilo. Pensemos en el asombro que experimentaría un marciano que llegara a la Tierra en mil años y encontrara un Picasso y la descripción de una mujer hermosa en una novela romántica del mismo periodo: no podría comprender la relación entre los dos conceptos de belleza.
Así que debemos entender que dos conceptos estéticos pueden coexistir en el mismo periodo, y cómo diferentes modelos pueden referirse unos a otros a través de distintos periodos.Las tablas comparativas aquí presentadas fueron diseñadas para visualizar inmediatamente y con claridad cómo las diversas ideas de la belleza fueron recreadas, desarrolladas —y quizá hasta modificadas— en diferentes épocas en las obras de los filósofos, escritores y artistas que muchas veces no estaban relacionados.