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Ambigú

El vocablo ambigú nos llega del francés y significa, por un lado, «ambiguo, equívoco, ambivalente».

El día de la boda de mi hermano, mi abuelo  —refiriéndose, con mucho desdén y ningún empacho, al AMBIGÚ que le habían ofrecido—, aconsejó al padre de la novia —y generoso proveedor del «banquete»—: «Dígale a mi hija, que está en la cocina, que le fría un huevo o lo que usted guste, porque estas pendejadas ni llenan…».

El vocablo ambigú nos llega del francés y significa, por un lado, «ambiguo, equívoco, ambivalente», y por ello también se refiere a una comida mixta, compuesta por varios platillos que se disponen al mismo tiempo y, por extensión, a una cena o algún tipo de entretenimiento que se acompaña con esta variedad gastronómica, muy popular entre la clase media alta de la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII. En México, designaba a veces un buffet o, más frecuentemente, a una vianda de bocadillos de diversas materias y calidades, que se sirve en veladas más o menos formales.

Esta palabra, con rescoldos del afrancesamiento porfiriano, resulta siempre un poco pomposa y un mucho desmesurada cuando se contrastan sus magros fiambres con los irrefrenables apetitos del mexicano, acostumbrado a expresar y compartir su regocijo con un borrego a la barbacoa o una desbordante olla de mole. Por eso, en tono de sorna, las lenguas afiladas le llaman también hambrigú, debido a la sensación de vacío que produce en algunos estómagos desacostumbrados a esas «poquiteces», como el de mi abuelo y, lo confieso, también el mío.

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