Eran tiempos de caballeros y conductas románticas en la Francia de mediados del siglo XIX. La imaginación y la subjetividad, la libertad de pensamiento y de expresión, así como la idealización de la naturaleza caracterizaban la literatura.
En esos días, Victor Hugo fue interrumpido en su estudio para entregarle una carta en cuyo sobre cerrado se leía: «Al mejor poeta actual». Cuando lo vio, de inmediato y sin dudarlo, tomó su abrigo y se dirigió a casa de su colega Alphonse de Lamartine, al que le dio la misiva diciendo que, seguramente por un error, había sido depositada en su casa, ya que no podía estar dirigida a nadie más que a él.
Lamartine vio la leyenda y dijo no estar de acuerdo, pues creía que el remitente estaba seguro de lo que hacía al enviar la carta a casa de Victor Hugo, ya que solo a su ilustre compañero podía corresponder menejante título.
Luego de un rato de mutuas cortesías, los poetas acordaron abrir allí mismo el sobre y salir de dudas. La misiva comenzaba: «Querido Alfred…». Ambos quedaron un tanto confusos, pero, al seguir leyendo, descubrieron que la carta era para Alfred de Musset y estaba firmada por Alexandre Dumas, quien, con toda la intención, la hizo entregar en el domicilio de Victor Hugo.