adplus-dvertising

Vivir la muerte de la «danza macabra» a «la catrina».

La muerte ha estado presente en nuestra historia y ha sido representada en diversas formas.

Vivimos la muerte todos los días; nos relacionamos con ella de muy distintas formas, a partir de la religión, la cultura y nuestras propia ideas. A lo largo de la historia, esta relación ha determinado su representación misma: a veces es un esqueleto vestido con un hábito negro y una guadaña en la mano, otras, es un personaje bullanguero que invita a bailar, y algunas más viste un sombrero con flores y largas plumas.
En ocasiones la muerte es solemne y taciturna, con chispazos de sabiduría; no podría ser distinto, el trance que representa es, todavía, mistérico. Sin embargo, quizá para aliviar la entendible angustia
de su presencia perenne, las sociedades a lo largo del mundo han tratado de humanizarla al representarla con algún brochazo de comedia o, en última instancia, como un poderoso «igualador» social,
el más incontestable.
Ésta es una de las moralejas más importantes en la historia de la muerte como personaje, desde el siglo XIV ha a nuestros días, como bien lo definiera esta frase aparecida en una de las más célebres ilustraciones de José Guadalupe Posada: «La muerte es democrática, ya que a n de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba endo calavera».
En la Antigua Roma, por ejemplo, cuando un general marchaba victorioso dentro de la ciudad, un asistente —algo así como un oficial de la humildad— iba a la zaga para recordarle la finitud de la vida y la fatalidad democrática de la muerte: Respice post te, hominem te esse memento, ‘mira tras de ti, recuerda que eres un hombre’, le decía al muy probablemente ensoberbecido militar.

Una muerte que baila


La muerte ha sido representada en todas las expresiones artísticas. Durante el siglo XIV, un género en particular tuvo a la muerte por protagonista; pero no se trataba de una muerte lúgubre o sombría: esta muerte bailaba.
La «danza macabra» o «de la muerte» fue un género popular durante la Baja Edad Media, es decir, durante los siglos XIV y XV, originario de Francia y Alemania, y luego retomado desde España. En términos generales, se trataba de la representación de un diálogo entre la muerte y personajes característicos de los diferentes estamentos sociales —nobleza, clero y estado llano—, desde el más poderoso Papa hasta el más humilde labrador. En ellos, la muerte reflexionaba sobre los gustos mundanos —la comida, el vino y el sexo— y su inevitable final; su carácter era, en la mayoría de los casos, prescriptivo, pues recordaba a los cristianos la idea del memento mori —‘recuerda que morirás’—, la advertencia sobre la fugacidad de la vida.
Víctor Infantes de Miguel, reconocido hispanista, definía este género de la siguiente manera:
Por danza de la muerte entiendo una sucesión de texto e imágenes presididas por la muerte como personaje central —generalmente representada por un esqueleto, un cadáver o un vivo en descomposición— y que, en actitud de danzar, dialoga y arrastra uno por uno a una relación de personajes habitualmente representativos de las más diversas clases sociales.
Las «danzas» —como también eran llamadas— tenían una estructura gráfica común: un dibujo de la muerte, acompañado de algún verso, epigrama u oración; sin embargo, esta composición podía variar ligeramente, como en el caso de la Danza general de la muerte, del siglo XV y de manufactura española, que únicamente contaba con texto escrito, sin ilustraciones.
Lee el artículo completo en Algarabía 182.
Te recomendamos leer:
De panteones o calaveras
Freud ante la muerte
La Muerte

Compartir en:

Twitter
Facebook
LinkedIn
Email

Deja tu comentario

Suscríbete al Newsletter de la revista Algarabía para estar al tanto de las noticias y opiniones, además de la radio, TV, el cine y la tienda.

Las más leídas en Algarabía

Scroll to Top