En los muros del MUNAL —Museo Nacional de Arte—, desde su fundación en 1982, se conservan aquellas obras de arte involucradas en la conformación de nuestra historia, constituyendo así un espacio para la exhibición, investigación, conservación y divulgación del patrimonio heredado de aquellos anhelos artísticos del periodo virreinal, hasta los que aparecieron en la primera mitad del siglo XX.
El edificio que hoy ocupa el munal es uno de los ejemplos más evidentes de la arquitectura en tiempos del porfiriato erigido para albergar la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas –como representación de la estabilidad política y el bienestar económico en aquel entonces–. Pero adentrémonos más allá en sus orígenes.
Cimientos de orden y progreso
A inicios del siglo XX, después de una larga época de conflictos políticos y sociales, el general Porfirio Díaz soñaba con una capital moderna que pudiera estar a la altura de cualquier ciudad europea, por lo cual emprendió un complicado proceso de urbanización en el que su Secretaría sería responsable de ejecutar las obras y establecer las funciones de comunicación nacional que su nueva sociedad requeriría.
El terreno que se eligió para que él construyera el Palacio de Comunicaciones perteneció a un antiguo noviciado de La Compañía de Jesús. Con la expulsión de los jesuitas en 1767, el Ayuntamiento tomó control de la propiedad, y para aprovechar este espacio el gobierno convirtió el antiguo noviciado en el Hospital de San Andrés –lugar donde fueron embalsamados los restos de Maximiliano de Habsburgo antes de ser enviados a Europa.
Díaz asignó al arquitecto italiano Silvio Contri el proyecto de crear la nueva sede de tan importante dependencia gubernamental
El arquitecto no escatimó en materiales ni recursos, y creó un diseño que combina el renacimiento italiano con el clasismo francés. Contri también decidió dejar espacio para crear una plaza enfrente de la construcción que se ubicaría sobre la Calzada de los Hombres Ilustres –hoy la calle de Tacuba.
La plaza de la Minería –que conocemos como la plaza Manuel Tolsá–, de acuerdo con lo que proyectó Contri, permitiría a la gente acceder fácilmente a la oficina de Telégrafos, y destacaría la edificación para competir con la imponente fachada del Palacio de Minería. A diferencia de otras construcciones del Centro Histórico, Contri diseño dos accesos laterales por calles secundarias del lugar donde está la Secretaría, para dar independencia a la entrada principal.
Las primeras pinturas que decoraron los muros de la construcción se trajeron directamente de Italia, y sus temas correspondían con los ejes positivistas de la administración porfiriana: Progreso, riqueza, arte, ciencia, historia, trabajo. Las pinturas decoraron el Palacio de Comunicaciones durante 50 años, hasta 1954, cuando esta Secretaría la trasladaron a la Colonia Narvarte.
Impulso constructivo
Posteriormente el destino de este edificio se mantuvo en el olvido. A inicios de la década de los setenta éste se dispuso para albergar ahí el Archivo General de la Nación. En 1982, cuando lo trasladaron a la antigua cárcel de Lecumberri, la Secretaría de Gobernación cedió este recinto a la Secretaría de Educación Pública, con el propósito de que fuera un museo. Incluso se rescataron varias esculturas que estaban colocadas en la Alameda, y que sufrían de un notable deterioro, para preservarlas allí. El lugar se convirtió en un lugar propicio para alojar obras artísticas del siglo XIX.
Cuando por decreto presidencial se estableció que el Antiguo Palacio de Comunicaciones sería un museo, sus primeras exhibiciones tenían las obras de otras instituciones como el Museo de Arte Moderno y el Museo Nacional de San Carlos. Gran parte de su acervo exhibía piezas nacionales del siglo xix, momento histórico en el que a pesar haber producido obras clave de la construcción cultural de la identidad del mexicano, no tenían un lugar para mostrarlas.
En 1999 un preciado tesoro llegó al acervo del museo. La colección de la Pinacoteca Virreinal de San Diego estaba formada por pinturas coloniales rescatadas de congregaciones hospitalarias y conventos, clausurados por las Leyes de Reforma. Estas piezas, las cuales algunas llegaron a la compilación durante la guerra de Independencia, convirtieron al Museo Nacional de Arte en la institución responsable de conservar y exhibir este repertorio de arte colonial, más importante a nivel nacional.
Ve también: El arte fuera de las galerías
Después del arribo de la colección de la Pinacoteca se hizo evidente la necesidad de darle un nuevo impuso al Museo, por lo que se diseñó el programa munal 2000. La mitad de los fondos para el impulso de este programa los aportó la administración de Ernesto Zedillo, y la otra mitad provino de inversores privados.
El Museo Nacional de Arte se encuentra ubicado en la calle de Tacuba número 8 en el centro histórico de la Ciudad de México, construido sobre el que fuera el Hospital de San Andrés, antiguo noviciado de la compañía de Jesús.
Las acciones que se llevarían a cabo en este plan iban encaminadas a adaptar el edificio a su función como espacio cultural, con cambios que respetaran su tradición histórica. También se buscaba maximizar la utilidad del recinto para asegurar su continuidad a las nuevas generaciones, y establecer vínculos que pudieran generar un diálogo cotidiano con el público en general, ante la necesidad de privilegiar y difundir su propio acervo.
Gracias a este nuevo esquema se logró optimizar el espacio del Museo Nacional de Arte para ofrecer un recorrido coherente y atractivo a sus visitantes. Hoy el recinto es reconocido como uno de los espacios culturales más importantes de América Latina para la conservación y promoción del arte mexicano. Con una vasta colección de más de 4 mil piezas de arte mexicano, su acervo sigue en aumento a 34 años de su apertura.