Aristóteles escribió sobre ética, astronomía y física; el filósofo naturalista Isaac Newton descubrió la ley de la gravedad y el filósofo experimental Robert Boyle la de los gases, así Schopenhauer reflexionó incansablemente sobre la física y la metafísica del hombre y otros animales. Conoce esta y otras Schopenhaueriadas…
En la UNAM hay una Facultad de Filosofía y una de Ciencias. A los filósofos y científicos en nuestro país los evalúan diferentes comisiones dictaminadoras del Sistema Nacional de Investigadores. Los filósofos leen sus conferencias, los científicos usan diapositivas; unos reflexionan sobre cualquier asunto sin temor a ser sepultados por sus colegas, mientras que los otros son prisioneros de la realidad natural y más bien se cuidan de no especular allende sus fronteras, esto es, de filosofar.
El científico pregunta e induce experimentalmente las respuestas, el filósofo cuestiona y genera razonablemente sus fiables conceptos. Se dice, pues, que ciencia y filosofía son ámbitos diferentes.Unos producen nociones sustituibles, otros dialogan consigo mismos y con la historia.
El drama, dice Popper, un científico que gustaba de filosofar, es la infinita ignorancia que iguala a todos. Pero no paraliza; al contrario, mueve a experimentar, a ensayar, a reflexionar, a conocer. Con base en esto podemos decir que científicos y filósofos se mueven entre el saber y la ignorancia, madre inseparable de ambos.
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También tienen un mismo deseo, «dar reposo y contentamiento, y no disgusto y aflicción», según aspiró Bacon, uno de los nuevos filósofos —hoy lo llamaríamos científico. Sir Peter B. Medawar decía con insistencia que los hombres de ciencia y los de la filosofía intentan hacer del mundo un sitio mejor para vivir al eliminar las supersticiones, los prejuicios y los miedos. La ciencia tiene explicaciones para los terremotos, huracanes, explosiones volcánicas y la visión de los gatos; nos revela la etiología de las enfermedades y a veces las cura; nos enseña, en fin, que la causa de los fenómenos naturales reside precisamente en la naturaleza.
La filosofía nos anuncia que vale la pena vivir alegremente y nos propone algunas maneras de hacerlo; le apetece indicarnos cómo enfrentar nuestros dolores y sufrimientos y nos invita a pensar la vida, sin prisa pero sin pausa, movidos por el asombro.Ciencia y filosofía están unidas por el escepticismo, dudan de todo, cuestionan todo porque ambas intentan descubrir lo que cada una llama verdad.
Las palabras filósofo y científico tienen 2,500 y 160 años de edad, respectivamente. Hay una que designa el razonar examinado, filosofar. Pero no decimos «cientizar» cuando nos referimos a la actividad creadora del científico. Lo más cercano, y falso, sería «hacer ciencia». Tal vez podríamos decir “«filosofar sobre ciencia» o «filosofar científicamente», así confirmaríamos su inseparabilidad. Como quiera que se llame, esto es precisamente lo que algunos científicos contemporáneos hacen cuando, sin saberlo, comprueban experimentalmente algunas ideas de Spinoza, Kant y Schopenhauer.
Aquí se comprueba que la palabra no es fortuita, sino que viene detrás de aquel que «se dice» que remata el primer párrafo. Al mismo tiempo se quiere ver a esos filósofos como científicos y se propone analizar sus ideas a la luz de la neurociencia moderna, especialmente en relación entre las emociones y la conciencia. Esto último, además de que promete ser un gratísimo ejercicio, quizá pruebe nuevamente que algunas de las verdades llamadas científicas están ahí teorizadas desde hace varios siglos.