Para analizar más claramente el proceso auditivo, lo dividiremos en sus partes constitutivas ya que, en cierto sentido, todos escuchamos música en tres planos. A falta de mejor terminología, las denominaré plano sensual, plano expresivo y plano musical puro.
El plano sensual
El modo más simple de oír música es hacerlo por el puro placer que produce el sonido musical en sí. Ése es el plano sensual, en el que oímos música sin pensarla ni examinarla en modo alguno: uno enciende la radio mientras está haciendo cualquier cosa y, distraídamente, se baña en el sonido; el mero atractivo sonoro de la música engendra un estado de ánimo distraído, pero placentero.
En este momento, puedes estar sentado en tu cuarto leyendo este artículo. Ahora, imagina que suena una nota de piano. Esa sola nota será suficiente para cambiar inmediatamente la atmósfera de la habitación. Lo que demuestra que el elemento sonoro de la música es un agente poderoso y misterioso que no hay que menospreciar.
Lo sorprendente es que muchos de quienes se consideran aficionados competentes abusan de ese plano de la audición musical: van a los conciertos para perderse, usan la música como un consuelo o una evasión, entran en un mundo ideal en el que no hay que pensar en la vida cotidiana.
Pero, por supuesto, tampoco piensan en la música; ésta les permite abandonarse y marcharse a un lugar donde puedan soñar a causa y a propósito de la música, pero sin escucharla verdaderamente. Sí, el atractivo del sonido puro es una fuerza poderosa y primitiva, pero no debemos permitir que ocupe una porción exagerada de nuestro interés.
El plano sensual es muy importante en la música, pero no lo es todo. En este plano es valiosa una actitud consciente.
No son necesarias más digresiones en torno a este tema. La atracción que este plano ejerce sobre cualquier ser humano es evidente, pero para trascender este nivel es necesario ser más sensible a las diversas «materias sonoras» que emplean los compositores, porque no todos las usan de igual forma.
No creas que el valor de la música radica sólo en su atractivo sonoro, ni que la música con sonoridad más sublime es la que crea el mejor compositor —si esto fuera cierto, Ravel sería un creador más grande que Beethoven—. El punto es que el elemento sonoro varía de acuerdo con el compositor, y que el modo en que cada uno lo emplea forma parte de su estilo; eso hay que tomarlo en cuenta al escucharlo.
El plano expresivo
Éste es un terreno controversial, ya que los compositores acostumbran rehuir toda discusión acerca del lado expresivo de la música. […] Yo creo que cualquier obra musical tiene poder expresivo —alguna más, otra menos—, pero también tiene un significado detrás de las notas, que es, despuésde todo, de lo que se trata una pieza, lo que ésta dice. Este problema del significado puede formularse preguntando: «¿Quiere decir algo la música?» Mi respuesta a eso será: «Sí». Y, «¿se puede expresar con palabras lo que dice la música?» Mi respuesta a eso será: «No», y en eso radica la dificultad.
Las almas simples no quedarán satisfechas con la segunda respuesta, ya que necesitan que la música siempre signifique algo y, entre más concreto sea ese algo, más les gustará. Cuanto más les recuerde un tren, una tempestad, un entierro o cualquier otro concepto familiar, más expresiva les parecerá la música.
Pero hay que esforzarse por combatir la idea popular de que la música debe «significar algo». En una ocasión, una mujer me confesó con timidez su sospecha de tener algún grave defecto apreciativo musical, ya que no era capaz de asociarla con algo concreto. Por supuesto, eso es poner la cosa al revés.
Pero la pregunta sigue en pie: ¿qué tanta significación debería atribuir un aficionado inteligente a una obra determinada? No más que un concepto general, diría yo.
La música expresa, en diversos momentos, serenidad o exuberancia, pesar o triunfo, furor o delicia. Expresa cada uno de esos estados de ánimo y muchos otros, con una variedad innumerable de sutiles matices y diferencias. Puede incluso expresar alguno para el que no exista una palabra adecuada en ningún idioma y, en ese caso, a los músicos les gusta decir que no tiene más significado que el «puramente musical».
A veces van más lejos y dicen que ninguna música tiene más significado que el puramente musical […]
Escucha cuidadosamente los 48 temas de las fugas del Clave bien temperado de J. S. Bach, cada tema, uno tras otro. Pronto percibirás que cada uno refleja un mundo diferente de sentimientos; percibirás también que cuanto más bello le parece uno, más difícil le resultará encontrar palabras que lo describan a su entera satisfacción.
Por supuesto que ni los temas ni las piezas necesitan expresar una sola emoción. Tómese un tema, como el primer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, que está indudablemente compuesto por varios elementos.
No dice sólo una cosa, sin embargo, cualquiera que lo oiga percibirá una sensación de energía, de fuerza, y no se trata de una fuerza que resulta simplemente del volumen sonoro con que se interpreta, sino de una fuerza inherente al tema mismo.
Aquí empieza el problema: el músico, exasperado, dice que la obra no significa nada más que las notas mismas, mientras que el no profesional necesita desesperadamente aferrarse a una explicación que le dé la ilusión de acercarse al significado de la obra. […]
El plano musical puro
Además de su sonido deleitoso y del sentimiento expresivo que emite, la música existe en términos de las notas mismas y de su manipulación. La mayoría de los oyentes no tiene conciencia suficientemente clara de este tercer plano. […]
Por otro lado, los músicos profesionales piensan demasiado en las meras notas y, a menudo, caen en el error de abstraerse tanto en sus arpegios —sucesión acelerada de los sonidos de un acorde y staccatos—, que se olvidan de los aspectos más profundos de la música que ejecutan.
El staccato es un modo de ejecución musical en el que se acorta la nota respecto de su valor original.
Si un hombre de la calle escucha las notas con un poco de atención, seguramente mencionará primero la melodía, que le puede parecer bonita o no, y casi siempre deja ahí la cosa; el ritmo será lo siguiente que llame su atención, sobre todo si es incitante; pero la armonía y el timbre los dará por sentados —si es que llega a reparar en ellos—; siempre que la música tenga una forma definida, estas nociones parecerán no habérsele ocurrido nunca.
Para todos es muy importante volverse más sensibles a la música en su plano puro.
El escucha inteligente debe estar dispuesto a aumentar su percepción de la materia musical y de lo que a ésta le ocurre; debe oír las melodías, los ritmos, las armonías y los timbres de un modo más consciente. Escuchar todos esos elementos es escuchar en el plano musical puro.
En resumen: Lo que debes procurar, pues, es una audición más activa. Al igual que si escuchas música de Mozart que de Duke Ellington, podrás comprenderla más profundamente con sólo escuchar conscientemente y con mayor atención; no siendo alguien que sólo oye.
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