Le llamaron Generación de la Casa del Lago o de la Revista Mexicana de Literatura. El escritor Batis sugirió que se conociera como Generación Destrozada, por las enfermedades de varios de sus miembros: el alcoholismo de Melo, las depresiones de Arredondo, la paulatina parálisis de García Ponce.
Y bueno, otros los apodaron La Mafia, por considerar que acapararon todos los espacios culturales importantes en esa época.
Fernando García Ponce, Composición en azul y gris, 1978
Al igual que en el movimiento de Ruptura, un objetivo primordial de estos escritores fue dejar de lado los sentimientos nacionalistas y la literatura indigenista para lanzarse a una expresión literaria mucho más universal.
Desde su inicio, este grupo buscó consolidar sus amistades e intercambiar ideas que transformarían su visión acerca de la literatura.
Ellos no tuvieron que rasgar de golpe la «cortina de nopal» de la que hablaba José Luis Cuevas cuando rompieron con los muralistas, porque sus modelos mexicanos fueron otras generaciones que también proponían una expresión artística más cosmopolita:
- Los Ateneístas —Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Antonio Caso.
- Los Contemporáneos —Jorge Cuesta, Salvador Novo, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia.
- Y la Generación Taller —Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas.
Los orígenes
No hay una fecha precisa, un año exacto en el que podamos señalar el comienzo. Algunos se conocieron desde niños en los scouts: los «siempre listos» Batis, Felguérez y los hermanos García Ponce. Otros se les unieron provenientes de otros estados: Arredondo, de Sinaloa; Melo, de Veracruz.
Algunos más vivieron su infancia como refugiados de la Guerra Civil Española, tal es el caso de José de la Colina y Tomás Segovia.
Un año decisivo para este grupo fue 1956, cuando Octavio Paz publicó su ensayo El arco y la lira, donde hablaba de las características de la escritura, de la poesía y la novela, de la vocación mística de la literatura, de lo sagrado y el misterio del arte.
Esta obra marcó a los literatos de la Casa del Lago, fue una especie de libro de texto que les dio la pauta acerca de las características que anhelaban transmitir en sus obras, el río subterráneo que unió las necesidades expresivas de Inés Arredondo, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo y Salvador Elizondo, principalmente.
José Emilio Pacheco consideraba que 1958 fue otro año esencial para estos intelectuales.
La publicación de La región más transparente, de Carlos Fuentes —considerada la primera novela urbana por excelencia— ocurría en un ambiente de convivencia en diversos cafés del centro de la ciudad, de las colonias Roma y Condesa, de la Zona Rosa y de casas de escritores, como Juan José Arreola y Juan García Ponce.
Otros factores ayudaron a fortalecer la generación: Jaime García Terrés, como director de Difusión Cultural de la UNAM (1953-1965), se encargaría de agruparlos en diversas instancias culturales: Poesía en Voz Alta, grupo de teatro dirigido por Octavio Paz.
La Casa del Lago, cuyo primer director fue Juan José Arreola, y la nueva época de la Revista de la Universidad de México, donde intervendría Juan García Ponce.
Las tertulias
Mesas redondas, conferencias, proyecciones de cine, conciertos, exposiciones, presentaciones de libros, fueron los eventos cotidianos de la Casa del Lago que, una vez inaugurada, se convirtió en uno de los núcleos de reunión de esta élite intelectual.
Allí se reunían el matrimonio Segovia-Arredondo, los hermanos García Ponce —Juan el escritor y Fernando el pintor—, Elizondo, Melo, otro matrimonio formado por Manuel Felguérez y Lilia Carrillo, Juan Soriano, Vicente Rojo, Huberto Batis, Emmanuel Carballo, el dramaturgo en ciernes Juan José Gurrola, los más jóvenes Monsiváis y Pacheco.
Un grupo se sintonizó con un momento. Nunca tuvimos ningún programa, ni manifiestos, sino nada más que reuniones, sobre todo en los cafés. Pero me parece que sin darnos cuenta había un pequeño viraje en la cultura mexicana.
Tomás Segovia
Muchas veces tenían invitados especiales: fuereños como el veracruzano Sergio Pitol, o extranjeros como el periodista colombiano Gabriel García Márquez, quien acababa de publicar una novela que les gustaba a todos: Cien años de soledad.
Y alguna vez llegaron dos argentinos, el admiradísimo Jorge Luis Borges y el prometedor Julio Cortázar. A veces estaban los mexicanos eminentes: Carlos Fuentes, sacralizado por La región más transparente; Juan Rulfo y la señora Rosario Castellanos. Pintores, poetas, narradores y dramaturgos en franca convivencia.
Dicen que en estas reuniones el alcohol era invitado especial y que solían terminar en orgías, la Casa del Lago sabrá… Lo cierto es que no sólo había sexo y alcohol. Se hablaba mucho de literatura y de arte, porque esos eran los intereses comunes, los que apasionaban a estos amigos y los mantenían unidos.
Su literatura
No es fácil leerlos. Su literatura tiene un fin en sí misma y está llena de claves secretas, de influencias de escritores de otras latitudes que sólo ellos conocían en México, siempre hay mucho más que leerles entre líneas.
Juan García Ponce, Juan Guerrero, Juan Vicente Melo, Fernando García Ponce, José Luis Cuevas, Carlos Fuentes, Maka Strauss y Gabriel García Márquez en la Casa del Lago, México 1965
La revista Medio Siglo (1953-1957) le dio nombre a su generación. Se editaba en la facultad de Derecho de la unam y fue fundada, entre otros, por Carlos Fuentes y Porfirio Muñoz Ledo.
Sus páginas culturales albergaron los primeros escritos de autores hoy consagrados, como Carlos Monsiváis, Salvador Elizondo y José Emilio Pacheco.
«Toda deuda con el pasado sólo es válida cuando se expresa como un rompimiento que hace posible el presente y se abre a un posible futuro hecho de nuevos rompimientos» Juan García Ponce
Hasta la fecha no ha habido otra generación que los supere en talento y productividad.
Ningún otro grupo en México ha alcanzado tal calidad literaria y nivel de compromiso con el arte.
Los más jóvenes, Monsiváis y Pacheco, se convirtieron en gurús de la cultura nacional, mientras que la siguiente generación ejerció un estilo diferente con la literatura de la Onda —José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña.
Juan García Ponce fue considerado «director espiritual de su generación» —según Emmanuel Carballo—. Fue él quien más reflexionó acerca de las características de su literatura y la de sus pares, quien reveló sus secretos en historias que tal vez serán indescifrables para sus lectores.