Tecali se traduce del náhuatl como ‘Casa de Piedras’. Ubicado a 45 minutos de la ciudad de Puebla, hace honor a su nombre. Se encuentra rodeado por yacimientos de piedra, pero no cualquier piedra, sino de ónix y mármol que durante siete décadas los artesanos han aprendido a cortar, tallar, esculpir y pulir para entregar piezas resplandecientes que engalanen nuestras casas.
La amplia y arbolada Plaza de Armas es un buen lugar dónde comenzar este viaje por piedras fulgurantes. Ahí se encuentra el bello y grande ex convento franciscano de Santiago Apóstol, que ya reabrió sus puertas luego de la pandemia causada por la covid-19. La construcción está rodeada de pasto, que se extendió para penetrar parte de sus ruinas. Según el Sistema de Información Cultural, empezó a construirse en 1569 sobre las ruinas de un par de conventos erigidos casi 30 años antes y se concluyó en 1579. «En el estado de Puebla existen cuatro conventos que por el tipo de construcción se consideran basílicas, el de Tecali es uno de ellos, y es el único que a pesar del tiempo está completo. Este Ex Convento es un claro y uno de los mejores ejemplos del estilo renacentista, que fue restaurado en el año de 1967»[1].
Ónix y mármol
A su costado se ubica la Iglesia San Pablo Apóstol del siglo XVII. Los colores de su fachada combinan con los de las casonas del pueblo: pintada en blanco y en rojo su puerta de madera y sus vértices y columnas. Además de sus tres retablos estilo barroco bañados en oro, exhibe detalles que no había visto en otro templo y que me dicen que estoy en Tecali. Presenta las esculturas de los santos con letreros hechos en ónix blanco, que tiende al amarillo, e iluminados por dentro con el nombre de cada uno de ellos. Eso caracteriza al ónix: ser la única piedra natural traslúcida, por lo que alcanza su máxima belleza en piezas que se presten para ser iluminadas. También por ser translúcido se le considera piedra semipreciosa y, ya que entramos en detalles técnicos, el ónix es un mineral de formación volcánica.
Fue la primera piedra que se trabajara en Tecali y las tiendas alrededor de la Plaza de Armas y de la calle principal presumen lámparas rectangulares de piso o esféricas, mesas de centro, bases de comedor y de barras, marcos de espejos y otras superficies, todos ellos iluminados. Más allá de que la pieza impresione a la vista por cómo la luz resalta las vetas amarillas, rojizas y grises, el mayor efecto es la ambientación que crea: envuelve en calidez, genera un confort que invita a seguir bebiendo sobre la barra de ónix del bar o a seguir la conversación en una sala con mesas de centro hechas de esta piedra semipreciosa.
Más adelante se comenzó a trabajar el mármol, pues hay algunos yacimientos alrededor de Tecali. Actualmente, también se trae de varias partes del país para ser trabajado aquí. El mármol es una piedra caliza formada a raíz de alta temperatura y alta presión, y lo hay en color blanco y negro lisos, beiges, grises e incluso rojizo. Además de usarse para pisos y superficies de muebles, las esculturas son uno de los grandes regalos del mármol. Usualmente uno contempla el mármol pulido, pero en la tienda Téllez, a unas cuadras de la Plaza de Armas, llama mi atención una escultura de un oso polar. No está pulida, sino tallada para asemejar el pelaje del animal. Pero el mármol no puede esconder su potencial de resplandor y me cautivan las decenas de destellos que brillan sobre la escultura al moverme alrededor de ella.
Más minerales
En la misma tienda Téllez me impresionan las placas de varios metros cuadrados de cuarcita, formadas por la recristalización a altas temperaturas y presión, compuestas en un 90% por cuarzo. Una de ellas me recuerda a mi querido mar Caribe: es como si tomaras una foto aérea y vieras mezclarse las olas del mar turquesa con la arena fina. Otra cuarcita capturó el mar azul claro rompiendo contra acantilados y piedras rugosas a sus pies. Y la que más me impresionó fue a la que la dependienta de la tienda llamó dragón: rojo y negro se entremezclan. A mí me pareció el centro de la Tierra, ese magma incandescente que estalla en volcán y se enfría en lava negra. Uno puede seguirse y encontrar un paisaje de la Tierra en cada placa; con un poco de imaginación, es como emprender un viaje.
Las cuarcitas no son originarias de México, sino de Brasil, pero la tradición artesanal de Tecali sabe cómo hacerlas lucir. Una mesa rectangular de cedro para ocho personas lleva por superficie una cuarcita blanca con una franja color verde intenso y azulado, evoca una cola de pavo real a punto de abrirse. No es necesario que se abra, a mí ya me conquistó, lástima que el comedor no quepa en mi casa —ni en mi presupuesto—. Sin embargo, me llevo una lámpara de ónix en forma de ángel. Ilumina un nicho que le acondicioné en casa, su luz me recuerda a quienes me cuidan más allá de esta Tierra.
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[1] Sistema de Información Cultural, https://sic.cultura.gob.mx/ficha.php?table=monumento_icahe&table_id=1792 , consultado el 4 de octubre de 2024.